sábado, 22 de septiembre de 2012

La Cataluña más lúcida vislumbra el patinazo de Mas


La Cataluña más lúcida vislumbra el patinazo de Mas por LUIS VENTOSO en ABC
DE críos, mi hermano se convirtió en un pirado de los donuts. Nuestro padre era patrón y armador de barcos pesqueros. El mejor pescado del Atlántico desfilaba por la cocina de casa. Rapes negros, tan brillantes y voluminosos que parecían monstruos de aguas abisales. Besugos y abadejos dignos de la pescadería-boutique de Harrods. Cigalas con cuerpo de salchicha de cervecería bávara; centollas, congrios feos y sabrosos… Todo era quincalla para mi hermano, enganchado a un manjar superior: los donuts.
Para atajar aquella compulsión azucarada, un día mi padre le lanzó una pregunta capciosa: «Tú, si pudieses, ¿comerías solo donuts?». Al chaval se le iluminaron los ojos: «¡Hombre claro!». El deseo le fue concedido. Desembarcaron en casa tres bandejas del delicioso anillo y comenzó la nueva dieta de mi hermano. En el desayuno, muy ufano, engulló sus donuts con gran placer. Al mediodía, mientras los demás nos alimentábamos con algo caliente, él se comió un par de anillos dorados, ya con cierta mala cara. A la noche hubo bistecs con patatas fritas. Pero a él le pusieron lo que quería: un par de donust. Se echó a llorar y renunció de inmediato a su régimen. Tardaría tiempo en volver a probar uno.
Pasado el nutrido y algo folclórico desfile de la Diada, la Cataluña más lúcida empieza a entender que una cosa es proclamar que solo quieres comer pasteles y otra muy distinta tener que zambullirte en el merengue. Salir a la calle en un alarde sentimental es una cosa. Pero pasar de vivir en la cuarta economía de la zona euro a hacerlo en una nueva Albania independiente es otra. Las mermas para los catalanes serían atroces. Tras salir de España y del euro, el PIB caería 20 puntos y la renta se tornaría griega. Colocar bonos en el mercado exterior resultaría imposible, pues las emisiones catalanas lucen desde hace tiempo la cruel vitola de «bono basura»; solo el aval de España da oxígeno a su deuda. Los servicios sociales volarían (ahora mismo, con España insuflando miles de millones en ayuda de urgencia, la Generalitat no logra pagar a sus geriátricos).
La Cataluña más aguda, que en buena medida representan sus magníficos empresarios, empieza a percibir un problema añadido: si desprecias constantemente a tu socio, puede suceder que acabe detestándote. El nacionalismo catalán hace un pésimo servicio a su país, pues se empecina en hacerlo enojoso. Cuando se pregona hasta el hastío que España está «robando» a Cataluña, se nos está llamando ladrones al resto de los españoles. Cuando CiU se opone al AVE a Galicia, mientras Cataluña lleva ya cinco años disfrutándolo y sus empresas energéticas hacen el agosto en los embalses gallegos, pues no gana muchos amigos en el Noroeste. Cuando Mas y Duran aplican un burdo estereotipo y tildan de vagos a todos los andaluces, no se vuelven más queridos en el Sur. Los empresarios catalanes temen que si se persevera en una política tan suicida muchos españoles empiecen a mirar dónde se ha fabricado su dentífrico, o de dónde procede el delicado espumoso con el que brindan, o dónde radica la sede del banco en que guardan su nómina.
Artur Mas soñó con ser Bolívar, pero está chapoteando en su propio charco.

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