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- LOS PACTOS OCULTOS ZANJARON DOS AÑOS DE GUERRA
- El "caso Banca Catalana" abrió tres décadas de 'vendettas' y soluciones maquiavélicas
- 2 COMENTARIOS XAVIER HORCAJO
- Tras una pelea áspera y sucia, el escándalo acabó en aliño con aroma siciliano.
- Eran las siete de la tarde. Los 41 magistrados que debían decidir sobre el procesamiento de Jordi Pujol por el caso Banca Catalana hicieron un receso antes de votar. Era el momento de adelantar alguna conclusión sobre la votación: nadie se fiaba de nada. Llevaban reunidos desde las 10 de la mañana, sus caras al salir a almorzar eran un poema. Y Pujol, que estaba obligado a dimitir aquella misma noche si salía procesado. Los signos de aliño político estaban por confirmarse.Cierta astucia periodística me llevó montar guardia en el muro de los alivios, el baño de caballeros del imponente tribunal barcelonés. Dejé pasar una primera oleada y cuando el muro estaba casi vacío, llegó Joan Piqué Vidal, defensor de Pujol. Le pregunté: “¿Todo va según lo previsto?”. Sonriente, me susurró: “¡Mejor, incluso!”.Por aquel entonces Piqué ya era famoso como experto procesal de éxito; y por los favores que prodigaba a magistrados recién llegados a Barcelona (pisos o empleos para sus hijos).
Nos habíamos visto en el restaurante Orotava, con Lluís Prenafeta y otros, donde había alardeado de tener la situación bajo control, mientras daba cuenta de un costillar de venado. Pero los más próximos a Pujol, como su cuñado, Francesc Cabana, (fundador de Banca Catalana), no se lo creían.La magia de Piqué funcionó. Bueno, no sólo la suya. También la de Prenafeta manejando con astucia TV3, en la que Pujol desgranaba dos días antes aquello de: “Esto es un ataque a Cataluña”. También logró una conexión Zarzuela y con Don Juan de Borbón. Y Miquel Roca, entregado sin reservas al salvamento de Pujol, también hizo de mago con el PSOE.A las 19.30 el presidente del Pleno, Jaime Amigó, paseaba –con poca solemnidad– su trémula voz por un texto de compromiso: “No a lugar el procesamiento. No hay indicios razonables de criminalidad por parte del aforado”. Treinta y tres votos sustentaban esa posición, ocho creían lo contrario. Acabó así una de las burlas más graves al fair play de nuestros políticos de la Transición. El procesamiento de Pujol estaba sometido a indignos intereses políticos del PSOE y las maniobras para que no fuera procesado todavía fueron peores. Nuestra joven democracia se bañaba en mierda.Aquellos magistrados diseccionaban las pretensiones de la Fiscalía General del Estado, que imputaba a Jordi Pujol por falsedad en un documento público y apropiación indebida. Los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena influyeron en el instructor Ignacio de Lecea para que los documentos falsos descubiertos por los servicios del Banco de España incriminasen a Pujol, que no había siquiera sido expedientado por el Banco de España tras la crisis e intervención de Catalana.Para el PSOE de Alfonso Guerra y Felipe González, se trataba de acudir a Pujol en sus partes en plena campaña electoral. Catalana venía al pelo a los socialistas.Guerra había denunciado intercambios de favores a Pujol-Catalana por parte de los Gobiernos de Adolfo Suárez. Así consiguieron la mayoría del Banco Industrial del Mediterráneo, por ejemplo. A Guerra le costó poco que los submarinos mediáticos del PSOE presentasen a la Banca como en “suspensión de pagos”, en junio de 1982 (antes de las elecciones generales que llevaron a González a La Moncloa). Otros convertían en noticia la “difícil situación económica de Banca Catalana” (TVE - San Cugat). Eso puso a Banca Catalana al borde del abismo y alejó de su camino posibles soluciones, como la ofrecida por Josep Vilarasau - la Caixa.Con el PSOE en el poder, mantuvieron el nudo a Pujol, con disimulos. Narcís Serra y Felipe Gonzálezconocían por los últimos ejecutivos de la entidad (Eusebio Díaz Morera y Jordi Mercader) que Catalana tenía un agujero de unos 132.000 millones de pesetas. Sin embargo, en la campaña de las autonómicas (1984), Felipe González, presidente del Gobierno, reprochaba a Pujol haber perdido 270.000 millones. Guerra afinaba el argumento: “Y pretende la derecha poner a un presidente [por Pujol] que ha producido un agujero de 250.000 millones”.Narcís Serra daba garantías a Roca de que “encauzaría” la situación; el guerrismo quería sangre del líder nacionalista catalán, desoyendo incluso los consejos del Monarca, que intercedía a favor del president Pujol invocando “intereses de Estado”. Y así hasta que Miguel Boyer llevó a la Fiscalía General del Estado el caso para que abriese procedimiento. Todo pintaba mal para Pujol.Sin embargo, en abril de 1984, Pujol revalidó su victoria electoral. Sacó 29 escaños más, holgada mayoría absoluta para ser president de la Generalitat. Barrió a Raimon Obiols. Los socialistas no daban crédito. No habían erosionado al nacionalista. Su técnica de acoso y derribo le había beneficiado. En lugar de rectificar, prefirieron echar más leña.El mismo González que le decía en persona a Pujol que “estuviera tranquilo” mandaba a Juan Antonio Ruiz de Alda a poner Banca Catalana boca abajo, utilizando como argumento la “pérdida de depósitos” que provocaban los anuncios de los submarinos socialistas. El Gobierno acabó por intervenirla un 3 de noviembre de 1982, pronto hará 30 años.La intervención se hizo con los métodos propios de la época; esto es: anuncio previo en El País; e inmediatamente después la Fiscalía General del Estado –de Luis Antonio Burón Barba– servía a su señor, el Gobierno.Poco les importó que Pujol llevara siete años lejos de la entidad. Que aquello pusiera en riesgo el encaje de Cataluña en España. O que en otras intervenciones bancarias análogas (por crisis producidas por sus procesos alocados de crecimiento; por las ilegales cajas B; o por el lastre industrial adquirido) no se llevara nunca a nadie ante los tribunales. Lo de Pujol fue excepcional (hasta entonces, luego vendrían más casos).Los métodos del PSOE con Pujol llevaron a que señalados izquierdistas catalanes, como Manuel Vázquez Montalbán, se pusieran del lado del ofendido. O que ilustres banqueros, como Alfonso Escámez, se ofrecieran para contar al tribunal que las cajas B para pagar extratipos a los clientes por sus inversiones en el banco eran moneda común en los bancos con negocios industriales de la época. Quizá no tanto el repartir 516 millones de pesetas de dividendos de la entidad bancaria unos años antes, cuando el banco ya presentaba fuertes pérdidas, como mantenían los fiscales.Se abandonó el análisis de la gestión de Catalana: sus dividendos; el auspicio de proyectos ruinosos y/o patrióticos, como la Gran Enciclopedia Catalana; las alocadas compras de otros bancos, o los activos ficticios; la cuestión se centró en si perseguir a Pujol constituía o no un ataque a Cataluña. Y en eso ganaron Prenafeta y los Pujol, partidarios de enrocarse en la bandera.DesagravioJordi Pujol, jaleado en su entorno más íntimo, pasó al ataque. Llegó a verbalizar cosas como: “Con Cataluña no se juega”, porque le habían interpuesto una querella a él. “Aquí no vale el juego sucio”, gritaba desde el balcón o “Esto es una jugada indigna”. Unas 200.000 personas acudieron a un acto de “desagravio y adhesión” del líder carismático catalán. Y aquello asustó a González.
En el balcón de la Generalitat, Pujol se desató furioso, amenazante, dispuesto a romper todas las barajas. En su fuero interno se autolegitimó para pensar que, si el juego era indigno contra él, él estaba legitimado para resolverlo de maneras no menos despreciables.A su lado, en el balcón de la Generalitat, Marta Ferrusola, como una versión catalaneta del matriarcado a lo Eva Perón, pero sin joyas. Le gritaban: “¡Eso es una mujer!”. Mientras los socialistas eran los villanos de cuento, a los que lo más amable que les llamaban era “botiflers!” (traidores) y el insulto sonó durante más de 10 años.Las redes del secretario de Presidencia, Lluís Prenafeta, funcionaron a tope: desde libros cantando las alabanzas de Pujol a intelectuales de los de a tanto la pieza; a ganarse a don Juan de Borbón, pasando por ansonianos premios de Español del Año. Incluso Prena llegó al propio Monarca, a través de Sabino Fernández Campo. La Generalitat otorgaría poco después la Cruz de Sant Jordi al jefe de la Casa Real. Todos a coro diciéndole a Felipe González “Esto es un disparate, que va a afectar y a romper nuestro sistema democrático”.Pujol contaba con Piqué Vidal. En el plano técnico fue providencial la donación –aconsejada por el abogado– de las acciones de Pujol en Catalana a la Fundación Catalana, después del anuncio de profundizar en la inspección de Banca Catalana por parte del Banco de España.En lo político. Miquel Roca tiró de tarjeta de padre constitucional. Roca, que ya entonces en el partido-movimiento de la familia Pujol estaba preterido al cargo de “secretario general por delegación” (quizá faltaba añadir “masovero del amo”) hizo ver a González que debía rectificar y no destruir a Pujol en un proceso deyfrusiano anticatalanista.Roca consiguió que González y Pujol pactaran, el 4 de septiembre de 1986, por encima de tensiones y orgullos enfrentados. El sevillano –de mala gana– se lavó las manos y le dijo a Pujol que no se sentía responsable de lo sucedido. Por su parte, Pujol salió de Moncloa jurando que no le creería nunca más. Sin embargo, el pacto pastelero funcionó; de hecho, abrió una nueva dimensión a los delitos económicos, a su tratamiento en medios, en juzgados y también desde los poderes públicos. Con Banca Catalana España perdería la inocencia.El 11 de septiembre dimitía Burón Barba como fiscal general del Estado (precisamente el día en que los catalanes celebran su Diada). La Fiscalía recaía en las anchas espaldas de Javier Moscoso.Moscoso llegaba con el encargo imperativo de: “¡Arréglalo como sea!”. El problema de Catalana le costó al Fondo de Garantía de Depósitos 83.027 millones de pesetas.Por cierto, luego el PSOE pagó los servicios al fiscal comunista Carlos Jiménez Villarejoconvirtiéndole en fiscal jefe del Tribunal Superior de Cataluña (TSJC). Mejor pago que el que Pujol dio a Miquel Roca, o a Lluís Prenafeta, de los que se desharía pocos años después.¿Pujol banquero?Pujol era en Catalana “el hijo del dueño”. Su padre, Florenci Pujol, compró la ficha de la Banca Dorca a unos amigos de Olot (1959) y se entregó con pasión a resolver la frustrada falta de peso bancario de la economía catalana. En sus orígenes Catalana agrupó a relevantes industriales y empresarios de fuste nacionalista y republicano. Algunos salieron del armario franquista gracias a ella, con una nueva dignidad distanciada del dictador y su mundo financiero catalán (Jaume Castells). Por Catalana pasaronJaume Carner (nieto del que fuera ministro de la Hacienda de la República), hombre de ERC, o Josep Andreu Abelló, compañero de exilio mexicano de Prieto.
Cuando Jordi Pujol (cofundador) abandonó la entidad por la política, su padre pasó a controlarla entre bambalinas (hasta su muerte, en 1980) y otro significado catalanista, Raimon Carrasco ocupó la presidencia de Catalana. Carrasco era hijo del fundador de Unió, Manuel Carrasco, fusilado por los franquistas en Burgos.Con ellos compartían consejo ilustres industriales catalanistas como Joan Casablancas (textil); Ramon Miquel, Antoni Rosell (textil), Joan Baptiste Cendrós (Floid); Ferran Aleu (Puig); Oleguer Soldevila, Andreu Ribera Rovira o Víctor Sagi (publicidad).El banco creció y creció. Como dijo años después José Ramón Álvarez Rendueles, gobernador del Banco de España, “pagó cantidades astronómicas por bancos para crecer”. Los de Catalana tuvieron la misma tentación que Ruiz-Mateos. El Banco de España no fue inocente con ellos, colocándoles algún que otro incómodo compañerote viaje. Para los modernos de Catalana era crucial ganar volumen, para ser respetados en el mundo de los siete grandes de la Banca. Por eso llegaron a la crisis, que comienza en 1982, con 3.000 empleados; 300.000 millones de pesetas de depósitos y un grupo industrial de 80 empresas y 18.000 empleados. Llegó la crisis y todos los bancos industriales sucumbieron financiando a su grupo. De Bankunión o Urquijo a Banco de Madrid, lo mismo. Así que sus marcas industriales Banco Industrial de Cataluña y el Banco Industrial del Mediterráneo pusieron contra las cuerdas al banco de los Pujol.“Traigo un banco”“Vengo de Asturias y he comprado un banco en Sama de Langreo, que se llama Asturias”, así eran las injerencias de Jordi Pujol en la gestión de Catalana. Mientras, bancos como el de Gerona, Alicante, Aragón, Crédito e Inversiones, Mercantil de Manresa o el Banco de Expansión Comercial, acabaron en Catalana. La segunda contribución de Pujol a la entidad –que llevó años después a lo público invirtiendo dinero de todos, por ejemplo, en estaciones de esquí para unos pocos– era financiar a otros nacionalistas por serlo. Por ser de los nuestros, no por tener buenos negocios.“Hay que ayudar a los cerveceros del Vallés” y ¡alehop! plomo a las cuentas del grupo Catalana. El consejo se vanagloriaba de su eslogan publicitario: “Al servicio de la economía catalana”. En Catalana había modernidades, como servicios en Grand Cayman, que ofrecía el norteamericano catalanizadoPhilip Bolich, en nombre de la entidad. Catalana incluía participaciones en empresas como:Aiscondel, Torras Herrería, Marasia, Túneles del Tibidabo, La Farga Casanova, Corberó, Explasa o la inmobiliaria Montigalà. Financiarlas requería ingentes cantidades de dinero, ahorro premiado vía extratipos, lo que exigía disponer de caja B… Una pescadilla que se muerde insaciable la cola y que acabó con la empresa en ruinas por la pésima gestión de sus gestores.
domingo, 26 de agosto de 2012
Jordi Pujol hasta las cachas en Banca Catalana
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