jueves, 19 de diciembre de 2013

1714 Sucesión en España

La relación política entre Londres y Madrid vuelve a ser mala, pese a los intensos intercambios comerciales entre ambos países. Gran Bretaña desea mantener el control militar del estrecho de Gibraltar por largo tiempo, viendo como el Mediterráneo vuelve a ser un mar en llamas. A Londres le interesan los problemas del sur de Europa en la medida que resaltan las contradicciones de la zona euro y los puntos débiles de la hegemonía germánica en el continente. Y de alguna manera Londres está en deuda con Catalunya por culpa de Gulliver y Robinson Crusoe.
Es una historia sólo conocida por los historiadores de la Guerra de Sucesión y por los apasionados del 1714 catalán, eficazmente divulgado por el escritor Albert Sánchez-Piñol con la novela ‘Victus’, que, al parecer, el presidente Mariano Rajoy ha leído durante sus vacaciones de agosto. Como es sabido, la Guerra de Sucesión por el trono de España, a caballo entre los siglos XVII y XVIII, fue una verdadera guerra europea en la que se enfrentaron intereses comerciales, ambiciones territoriales y dos concepciones relativamente distintas de la monarquía absoluta: la opción de los Borbones franceses por una fuerte centralización del poder político y una cierta predisposición de los Habsburgo al pacto con las viejas leyes y constituciones territoriales. Centralistas y pactistas. París y Viena (después, Viena-Budapest).
Contrarios a la hegemonía francesa en Europa, los ingleses apoyaban a los Habsburgo, pero tampoco querían un gran dominio de Austria. En 1711, Londres abandonó la alianza antiborbónica para pactar en secreto con Felipe V. Un año antes, en 1710, había subido al poder el partido tory, abriéndose un gran debate nacional sobre la participación de Inglaterra en la guerra europea por el trono de España. Fue una de las primeras grandes batallas de opinión pública en Europa; una campaña de opinión en la que Gulliver y Robison Crusoe abogaron por dejar solos a los catalanes.

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