Artur Mas, presidente de la Generalitat de Catalunya, en el interior de su coche oficial en el trayecto desde su domicilio hacia su despacho, a primera hora de la mañana
El palacio medieval que alberga el poder catalán es hoy más gélido que otros días. Barcelona se ha vestido de invierno, y el hombre que gobierna Cataluña llega con abrigo y bufanda. Formas educadas, ritmo de presidente. Es un superviviente de las duras cuitas de la política, y está hecho del pelaje de los resistentes. Aguantó años de travesía del desierto, ganando elecciones y perdiendo gobiernos, intentando crecer a la sombra alargada de un Pujol que tapaba el sol.
Durante tiempo fue un gran desconocido y sufrió los envites de la descalificación. Pero Artur Mas no concibe la idea del fracaso y aguantó los años del desierto con la dureza propia del calvinista. “Más bien debo de ser luterano”. Finalmente, las guerras de la política fueron vencidas, pero la guerra que ahora batalla no es menor. Cataluña en sus cifras económicas más duras, la relación con España en sus horas más bajas, los retos europeos, las protestas, el desánimo ciudadano… “Gobernar tiene algo de mártir”, dirá, aunque matizará, “pero no somos héroes”. Más fuerte de lo previsible y más sentimental de lo aparente, este hombre que sueña con la épica y que ama la lírica ejerce ahora la dura prosa del poder. Se preparó para ello, pero quizás no adivinó que, como el portero de Handke, estaba solo ante el penalti. Y esa soledad rodeada de gente es tan gélida como el antiguo palacio que lo acoge. Luchó por estar aquí, en la silla de presidente, y un año después la pregunta es pertinente:
President, ¿qué es el poder, ambición?
La ambición la tengo compensada. Es sentido del deber.
Entonces es sacrificio.
Comporta sacrificio, pero no lo diría así, porque es algo deseado. Más que sacrificio es sentido del deber. Además, también hay, y no lo digo con petulancia, algo de mártir. No de héroe, sino de mártir. El mártir es el que sabe que la causa a la que sirve es más importante que su propia persona. Yo me considero, entre comillas, muy bien pagado por haber llegado hasta aquí, aunque no me ha sido fácil. Y esa satisfacción personal me da distancia emotiva respecto a algunas cosas. Me hace más fuerte.
¿Respecto a qué?
Respecto al griterío, al insulto, a la zancadilla y a todo lo que podría condicionar el trabajo de una persona con mi responsabilidad. Piense que voy por la calle con el servicio de seguridad y la manifestación a cuestas.
¿Hablamos de sufrimiento?
Sí, claro que sufro, y mucho. En este año he tenido muy pocas diversiones y he tenido que tomar decisiones difíciles, creo que todas necesarias, pero sin ningún gusto. Pensaba que llegar a la presidencia era gozar plenamente de esa función, pero no ha sido así. Hay sufrimiento. Y no me refiero a un sufrimiento personal, del estilo “ay, voy a perder las elecciones”. No estoy aquí para eso. Puedo asegurar que estoy gobernando pensando más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones.
Ha llegado en un momento crítico, tanto económica como anímicamente. Si no lo consigue, ¿será un fracaso personal?
Creo que lo conseguiré. Primero, por la propia historia de Cataluña. Y también porque tengo una vivencia muy plena del país; en este año he vivido muy cerca su piel, su carne, su alma. Y desde esa íntima vivencia, tengo la confianza de que Cataluña lo conseguirá. Otra cosa son las limitaciones que sufrimos, pero las personas, las instituciones, están ahí, y ese tejido vivo me da confianza.
¿Tiene la misma confianza con España?
También. España tiene más poder político y financiero que Cataluña, sí, lo conseguirá, pero España no tiene el entramado profundo que veo en Cataluña. Tiene la cabeza muy grande, pero le falla el cuerpo.
¿Qué cuerpo le falla?
Esa anatomía dispersa que es el tejido asociativo, las pymes, la gente con iniciativa… No lo puedo contextualizar, pero, por ejemplo, cuando vas a los premios nacionales de investigación del 2011 y ves que el 50% de las ayudas de la UE a proyectos de excelencia para España se quedan en Cataluña, dices: esto es otra historia. Y hablo de investigación, pero podríamos hablar del maratón de TV3, y de cómo los catalanes se movilizan por las causas justas. Esto en España no pasa con la misma intensidad. Y también las empresas exportadoras que llegan a exportar el 90% de su facturación, y que no las conoce nadie, y esto en España lo encuentras poco, mientras que en Cataluña cada vez pasa más. Son estas diferencias…
Mas sale de su domicilio ante un mosso d’esquadra de su escolta
Pero si Cataluña lidera la excelencia, ¿cómo es que lidera el paro y la pobreza?
Siempre hemos tenido pobreza. Cuando vivíamos en la opulencia, teníamos un 18% de pobres. Ahora tenemos un 21%, lo que significa que la crisis golpea a más personas, pero siempre hemos tenido este problema. Y técnicamente no había paro, íbamos al extranjero a buscar trabajadores, pero en Cataluña teníamos un paro del 6%, que no lo tienen en Austria ni con la crisis.
¿Es responsabilidad de España o de Cataluña?
En Cataluña no hemos hecho bien las cosas. Pero también es cierto que no hemos podido tomar decisiones necesarias por culpa de un autogobierno limitado. Por ejemplo, no hemos podido hacer la reforma del mercado laboral que necesitábamos. O, en este momento crítico, cuando es necesario corresponsabilizar a la población con la sanidad pública para mantener el nivel sanitario, sólo he podido tomar la decisión de corresponsabilizar por receta. Pero no puedo tomar otras decisiones.
¿Esta reflexión es la que le lleva a decir que comunidades como Andalucía no deben tener un presupuesto expansivo? Griñán ha dicho que usted es insolidario.
Si todos debemos apretarnos el cinturón, deben hacerlo más los que reciben más aportaciones, porque no es lo mismo el que da que el que recibe. El que recibe debe mostrar que está agradecido de recibir. Y no me refiero sólo a Andalucía, porque no es la única comunidad subsidiada que ha aumentado su presupuesto. Pero si Cataluña, con un déficit fiscal de 15.000 millones, baja el presupuesto del 2011 un 10% y el 2012 lo vuelve a bajar y baja los salarios de los empleados públicos un 5%, y sube tasas… Hombre, si eso se hace con ese déficit fiscal, las comunidades que reciben deberían predicar con el ejemplo, y de eso me quejo. No es un tema de justicia, sino de estética y ética.
¿Son comunidades insolidarias?
Más bien gobiernos pasotas. Parece que vivan al margen de los tiempos, tiempos de austeridad, de decisiones difíciles, de coraje. Los gobiernos no estamos para quedar bien, sino para hacer el bien. Durante años, pretendían quedar bien, pero esto ha cambiado. Ahora debemos hacer el bien.
¿Alguna respuesta a Griñán?
No entro en polémicas absurdas. Cada cual con su conciencia.
¿Es un calvinista en un mundo católico?
Más luterano que calvinista. Quizás el ADN cultural catalán está mezclado con nuestra larga pertenencia al mundo franco-germánico. En definitiva, Cataluña, doce siglos atrás, pertenecía a la marca hispánica y la capital era Aquisgrán, el corazón del imperio de Carlomagno. Algo debe de quedar en nuestro ADN, porque los catalanes tenemos un cordón umbilical que nos hace más germánicos y menos romanos.
Ha sido el primero que ha marcado el camino de la austeridad en España. ¿Es un referente?
La austeridad es obligada, no hay margen de maniobra, si queremos estar en el euro. Por supuesto, podríamos salir de él…
¿Es una alternativa?
Para nada. Dentro del euro hace mucho frío, pero fuera nos congelaríamos, quedaríamos como Ötzi, y de aquí a 5.000 años nos encontrarían momificados.
O sea, mejor depender de Merkel…
Estamos en el euro y en él mandan los alemanes. ¿Por qué? Porque hicieron lo que debían hace años. Si queremos pertenecer al club del euro, hay unas normas que cumplir, y si no, fuera del club. Eso lo entendí desde el primer día y no quise esconderme, sino ponerme delante. He procurado que Cataluña fuera un referente en este sur tan castigado, decir a Berlín y a París que en el sur de Europa hay gente seria. No todo es desenfreno.
En el despacho oficial de la Casa dels Canonges, la residencia oficial, hablando con su jefe de prensa, Joan Maria Piqué
Rajoy…
Sin dar lecciones a nadie, creo que ha tomado nota de que se puede hacer una política no populista y ganar elecciones. No consideremos inmadura a la población. Dejemos de hacer aquello de “a ver qué te doy, para quedar mejor” y lancemos el mensaje de la corresponsabilidad. El gobierno debe ponerse delante y recibir las patadas, pero es un trabajo colectivo.
¿Ello se consigue con la ejemplaridad?
Con credibilidad, y la credibilidad pasa por el ejemplo. Cuando he tenido que hacer un ajuste del salario de los 200.000 empleados de la Generalitat, antes he pedido que los 400 altos cargos renunciáramos a la paga extra. No resuelve las finanzas, pero estamos en un momento en que el sentido de la renuncia es tan importante como la reclamación del derecho, y la pregunta es clave: ¿a qué estamos dispuestos a renunciar a corto plazo para que el colectivo salga reforzado a medio y largo plazo?
Lleva la ejemplaridad al extremo. Por ejemplo, se va a Madrid a dar una conferencia y luego come un menú de 11 euros… ¿No es una caricatura?
No lo hago siempre, pero no iré a gastar dinero si no hace falta. A veces, si almuerzo solo, voy a la barra del bar y me como un bocadillo. Y lo de viajar en turista lo haremos incluso cuando las finanzas estén estabilizadas. Que si un día tenemos que coger un vuelo privado para cerrar una operación importante, pues también. Hay que tener sentido de la medida. Y en temas más importantes, como la sanidad, un país no puede permitirse el lujo de tener instalaciones sanitarias abiertas a las que no va nadie. Hay que racionalizar los recursos para salvar el Estado del bienestar.
¿Es sentido de la medida tener una oficina de la Generalitat en la Quinta Avenida de Nueva York?
Hemos concentrado todos los servicios, y al final no sale tan caro. Pero no tenemos ningún delirio por mantener la oficina abierta, debe haber unos contratos… Pero es probable que nos marchemos de allí. Sin embargo, combato la voluntad de presentar la política exterior de la Generalitat como un despilfarro, lo cual es falso. Y, en cambio, a esos que tienen embajadas y parafernalias nunca les dicen nada porque se supone que la política exterior la hacen los estados. ¡Pero si ahora la política exterior la hacen las pymes, cómo no vamos a hacerla desde el gobierno de Cataluña! Y tanto que la haremos, y con más intensidad. Si hace falta corregir algún exceso, pues ningún problema.
Sin embargo, ¿qué le diría a la gente que cree que, más que un político austero, usted es un neocon que quiere cargarse el Estado del bienestar?
Se equivocan los que presentan esto como una lucha entre izquierdas y derechas. Es sentido común, buena administración del dinero. No tenemos una fábrica de hacer dinero. Lo que gasta la Generalitat es de todos los catalanes, y por ello hay que administrarlo con cuidado.
¿Para salvar el Estado del bienestar hay que recortarlo?
No tenemos los mismos recursos que antes y debemos racionalizar. Ahora hemos tocado los contornos del Estado del bienestar, pero si no ponemos orden, acabarán fallando los pilares. Los alemanes y los suecos dieron un paso atrás hace diez años y se han salvado. En cambio, Grecia se ha cargado los pilares.
¿Reforma laboral significa despido libre?
No, focalizarlo en el despido es un error. El despido es parte de la reforma, pero lo importante es que la competitividad funcione en una economía globalizada. Por ejemplo, es más importante que no tengamos tanto absentismo. La flexibilidad interna de las empresas es básica, porque hoy funcionan a golpe de necesidades, y no con secuencias de pedidos de forma bien calculada. Mire, la clave es hacer renacer el gusto por la empresa, el espíritu emprendedor.
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