viernes, 24 de agosto de 2018

El Hombre en Busca de su Interes

 Adam Smith es un científico escocés (1723-1790), profesor de lógica y filosofía moral, producto del Siglo de las Luces, inspirado en gran parte en Anne Robert Jacques Turgot (conocido sencillamente como Turgot), ministro de Luis XVI, de quien recibió copia de la “Memoria concerniente a los impuestos”, fuente básica para el conocimiento de la historia fiscal del siglo XVIII. Su más importante obra, “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, fue publicada en 1776, revolucionando la economía política. De ella tomamos lo que consideramos su idea acerca de una sociedad bien gobernada. A las ideas smithianas, ejecutadas a través de Pitt, ejerciendo como ministro, quien se proclamó su discípulo, se debe el Tratado de Eden, conocido como el primer tratado de libre comercio, celebrado entre Inglaterra y Francia en 1786. En el texto de Smith se hallan principios económicos, jurídicos, éticos, teológicos y naturalmente políticos, de ahí su importancia en general para las ciencias sociales.
Adam Smith, padre del liberalismo económico, atribuyó un papel liviano al Soberano, para que una sociedad estuviera bien gobernada y sus integrantes ejercieran plenamente su libertad natural; sin embargo, tal papel solo fue fundamento del desarrollo del liberalismo económico, pero no de la persona.
 La postura teórica de Smith, sobre el rol que el Estado debe cumplir se resume en que el Soberano únicamente tiene a su cargo tres importantes deberes:
 i) defender la sociedad contra la violencia e invasión de otras sociedades independientes.
 ii) proteger en lo posible a cada uno de los miembros de la sociedad de la violencia y de la opresión de que pudiera ser víctima por parte de otros individuos de esa misma sociedad, y
iii) erigir y mantener ciertas obras y establecimientos públicos, que no son de interés económico para los miembros de la sociedad política. Lo demás corresponderá al agente económico.

Smith propone como fuerza especial propulsora del sistema una ‘mano invisible’ que regulará el sistema. Sin embargo, creemos que este papel ‘neutro’ y liviano del Estado, sirvió para la consolidación del sistema capitalista como tal, en cuanto propició las condiciones de explotación y expoliación de la fuerza de trabajo, pero sin lograr perpetuarse en su frugalidad. Tampoco, naturalmente, sirvió para el Derecho y Realidad 316 crecimiento humano integral, tal como desde el siglo XVII lo evidenció Marx en El Capital, al afirmar que la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza

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