La función que el Estado ha cumplido
frente a la comunidad y al sistema ha
sido histórica1
, marcada siempre por su
mayor o menor grado de injerencia en
la vida privada de los hombres.
Interventor o no interventor. Para Adam
Smith lo fundamental es que el Estado
no intervenga en la economía, solo que
cumpla sus cometidos esenciales de
defensa, seguridad y justicia, y excepcionalmente
la construcción de las grandes
obras públicas. Es la idea de la doctrina
liberal clásica, de la que uno de sus
fundadores es precisamente el escosés.
Para precisar, “… por liberalismo se
entiende una determinada concepción
del Estado, la concepción según la cual
el Estado tiene poderes y funciones
limitados, y como tal se contrapone tanto
al Estado absoluto como al Estado que
hoy llamamos social…”2
.
El papel liviano que Smith le atribuye
al Soberano3
, para que una sociedad esté
bien gobernada y sus miembros ejerzan
plenamente su libertad natural,
indiscutiblemente es la base fundamental
del desarrollo integral del liberalismo
económico a ultranza, como él lo
expone, pero no de la persona como ser
humano que tiene sus propias
condiciones, convicciones y que busca
realizaciones particulares.
Es contundente y clara la postura teórica
de Smith: las tareas básicas del Estado,
para que se combine el buen gobierno y
la libertad natural, son, en su orden, la
guarda de las fronteras, seguridad
interior y la justicia, y la construcción
de las grandes obras públicas, que
sábado, 25 de agosto de 2018
viernes, 24 de agosto de 2018
El Hombre en Busca de su Interes
Adam Smith es un científico escocés (1723-1790), profesor de lógica
y filosofía moral, producto del Siglo de las Luces, inspirado en gran parte en Anne
Robert Jacques Turgot (conocido sencillamente como Turgot), ministro de Luis XVI, de
quien recibió copia de la “Memoria concerniente a los impuestos”, fuente básica para el
conocimiento de la historia fiscal del siglo XVIII. Su más importante obra, “Investigación
sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, fue publicada en 1776,
revolucionando la economía política. De ella tomamos lo que consideramos su idea acerca
de una sociedad bien gobernada. A las ideas smithianas, ejecutadas a través de Pitt,
ejerciendo como ministro, quien se proclamó su discípulo, se debe el Tratado de Eden,
conocido como el primer tratado de libre comercio, celebrado entre Inglaterra y Francia
en 1786. En el texto de Smith se hallan principios económicos, jurídicos, éticos, teológicos
y naturalmente políticos, de ahí su importancia en general para las ciencias sociales.
Adam Smith, padre del liberalismo económico, atribuyó un papel liviano al Soberano, para que una sociedad estuviera bien gobernada y sus integrantes ejercieran plenamente su libertad natural; sin embargo, tal papel solo fue fundamento del desarrollo del liberalismo económico, pero no de la persona.
La postura teórica de Smith, sobre el rol que el Estado debe cumplir se resume en que el Soberano únicamente tiene a su cargo tres importantes deberes:
i) defender la sociedad contra la violencia e invasión de otras sociedades independientes.
ii) proteger en lo posible a cada uno de los miembros de la sociedad de la violencia y de la opresión de que pudiera ser víctima por parte de otros individuos de esa misma sociedad, y
iii) erigir y mantener ciertas obras y establecimientos públicos, que no son de interés económico para los miembros de la sociedad política. Lo demás corresponderá al agente económico.
Smith propone como fuerza especial propulsora del sistema una ‘mano invisible’ que regulará el sistema. Sin embargo, creemos que este papel ‘neutro’ y liviano del Estado, sirvió para la consolidación del sistema capitalista como tal, en cuanto propició las condiciones de explotación y expoliación de la fuerza de trabajo, pero sin lograr perpetuarse en su frugalidad. Tampoco, naturalmente, sirvió para el Derecho y Realidad 316 crecimiento humano integral, tal como desde el siglo XVII lo evidenció Marx en El Capital, al afirmar que la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza
Adam Smith, padre del liberalismo económico, atribuyó un papel liviano al Soberano, para que una sociedad estuviera bien gobernada y sus integrantes ejercieran plenamente su libertad natural; sin embargo, tal papel solo fue fundamento del desarrollo del liberalismo económico, pero no de la persona.
La postura teórica de Smith, sobre el rol que el Estado debe cumplir se resume en que el Soberano únicamente tiene a su cargo tres importantes deberes:
i) defender la sociedad contra la violencia e invasión de otras sociedades independientes.
ii) proteger en lo posible a cada uno de los miembros de la sociedad de la violencia y de la opresión de que pudiera ser víctima por parte de otros individuos de esa misma sociedad, y
iii) erigir y mantener ciertas obras y establecimientos públicos, que no son de interés económico para los miembros de la sociedad política. Lo demás corresponderá al agente económico.
Smith propone como fuerza especial propulsora del sistema una ‘mano invisible’ que regulará el sistema. Sin embargo, creemos que este papel ‘neutro’ y liviano del Estado, sirvió para la consolidación del sistema capitalista como tal, en cuanto propició las condiciones de explotación y expoliación de la fuerza de trabajo, pero sin lograr perpetuarse en su frugalidad. Tampoco, naturalmente, sirvió para el Derecho y Realidad 316 crecimiento humano integral, tal como desde el siglo XVII lo evidenció Marx en El Capital, al afirmar que la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza
El filósofo moral escocés del siglo XVIII, Adam Smith
El filósofo moral escocés del siglo XVIII, Adam Smith, es conocido como el “padre de la economía” y como una figura central del liberalismo clásico. A Smith se le conoce por su abogacía de mercados libres, pero también veía un papel importante para el gobierno en la sociedad, proponiendo que este fuera limitado.
A Smith se le conoce por su abogacía de mercados libres, pero también veía un papel importante para el gobierno en la sociedad, proponiendo que este fuera limitado. Smith famosamente puntualizó sobre lo que llamó los deberes legítimos del soberano en una sociedad liberal, que hoy entenderíamos como las funciones del gobierno, que para él eran tres. “El primer deber del soberano”, dice Smith, “es proteger a la sociedad de la violencia y la invasión de otras sociedades”. Traducido al lenguaje burocrático moderno, este sería el Ministerio de la Defensa Nacional. Esta función de gobierno es casi universalmente aceptada, aún por los de pensamiento muy liberal. “El segundo deber del soberano, es aquel de proteger, hasta donde sea posible, a cada miembro de la sociedad, de la injusticia y opresión de todo otro miembro de ella, o el deber de establecer un sistema exacto de administración de justicia”. Esto sería la policía, Ministerio Público y los tribunales de justicia. Esta función, el monopolio de la violencia y coerción en aras del orden y la administración de justicia es prácticamente de aceptación universal.
“El tercer y último deber del soberano o mancomunidad es erigir y mantener aquellas instituciones y obras públicas, que aun cuando puedan ser en el más alto grado ventajosas para una gran sociedad, son, sin embargo, de tal naturaleza, que la ganancia nunca podría pagar el gasto a ningún individuo, o pequeño número de individuos; y que, por tanto, no puede esperarse que algún individuo o pequeño número de individuos pudiera erigir o mantener”. En este tercer deber del soberano, Smith abre una puerta por la que podrían entrar muchas actividades de gobierno y representa, para muchos estudiosos, un “problema” para sus credenciales liberales. Sin embargo, Smith ofrece varios ejemplos y resalta tres categorías: infraestructura —especialmente la construcción de puertos, puentes y carreteras—, la educación de la juventud y la educación de personas de todas edades. Siguiendo el razonamiento de La Riqueza de las Naciones, Smith estaría de acuerdo con algún sistema de salud pública, pero no necesariamente indicaría que estas categorías debieran ser provistas de manera gratuita por el Estado.
Qué distante se está hoy de la visión de Smith, en el mundo moderno en el que se espera que el gobierno provea toda clase de servicios y beneficios, que no sería problema si no fuera porque solo puede hacerse a costa de confiscar una creciente proporción del ingreso de las personas, reducir su libertad y aumentar el poder coercitivo del Estado. Smith contemplaba un gobierno fuerte, estricto, eficiente y especializado en sus funciones. Es justo preguntarse si la visión de Smith alcanza para la complejidad de la sociedad moderna, como quizás lo es también cuestionar si el gobierno moderno no se ha distanciado demasiado de esta visión.
En gran parte, el problema de la extralimitación del Gobierno y del gasto público es un fenómeno inherente a la democracia representativa de mayorías simples, donde el poder se nutre y crece por la vía del clientelismo político. Raramente se plantean preguntas esenciales como: ¿es productivo el gasto público o, qué significa la productividad del gasto público? Tristemente, no se cuenta con métricas claras y adecuadas para responder a estas preguntas.
Recomiendo la lectura de Adam Smith, edificante para todas las edades y aplicable a todos los tiempos.
martes, 14 de agosto de 2018
Jordi Pujol i Soley, presidente de la Generalitat de Cataluña desde 1980, nació en Barcelona el 9 de junio de 1930
Jordi Pujol i Soley, presidente de la Generalitat de Cataluña desde 1980, nació en Barcelona el 9 de junio de 1930. Se autodefine políticamente como un nacionalista catalán que cree en un modelo de democracia socialmente avanzada, al estilo de las de Europa occidental. Está casado desde 1956 con Marta Ferrusola i Lladós.
Cursó Medicina aunque no sentía una vocación especial. Al iniciar la carrera se puso en contacto con la institución cristiana Torres y Bages, que agrupaba a jóvenes nacionalistas e hizo labor de apostolado en los barrios periféricos de la ciudad cuando tenía 20 años. Participó, por iniciativa de Raimon Gali, en la creación de la institución católica «Catolics Catalans».
La primera actividad profesional de Pujol fue en los laboratorios farmacéuticos Fides Cuatrecases. La lectura de los libros ‘El sentiment de la patria’, de Maragall, y ‘Elogi de Catalunya’, de Valles y Pujals, despiertan su fervor catalanista. En 1956 participó en la huelga de tranvías de Barcelona y en la destitución del presidente de ‘La Vanguardia’, Luis de Galinsoga, cuyas declaraciones anticatalanistas provocaron gran indignación.
El 19 de mayo de 1960, el actual presidente de la Generalitat fue uno de los protagonistas del incidente del Palacio de la Música al interrumpir un concierto, al que asistían varios ministros, e iniciar con parte del público el prohibido ‘Cant de la senyera’ de Maragall. Un consejo de guerra le sentenció a siete años de prisión, de los que, beneficiado por varios indultos, sólo cumplió dos años y ocho meses en la cárcel de Zaragoza y ocho meses de confinamiento en Gerona.
A comienzos de los 60, Pujol fundó con otros financieros la Banca Catalana. Posteriormente, se lanzó a la creación del Banco Industrial de Cataluña y formó un Instituto de Estudios que analizó cuestiones de economía, cultura, aspectos sociales y de convivencia.
Con el lema «fer pais» emprendió una serie de actividades culturales, sociales, políticas y de resistencia en pro de la defensa de los valores e intereses catalanes.
Además, Jordi Pujol estuvo vinculado con otras empresas. En enero de 1977, coinciendo con la convocatoria de las elecciones constituyentes, dimitió de los cargos ejecutivos de sus empresas para dedicarse íntegramente a la política.
En noviembre de ese mismo año pronunció una conferencia en el Colegio de Abogados de Barcelona sobre el momento político español, que tuvo gran repercusión nacional. En las elecciones legislativas del 15 de junio de 1977, fue elegido diputado por Barcelona, donde trabajó al frente de su grupo parlamentario Minoría Catalana y fue vicepresidente de la Comisión de Defensa.
El primer triunfo
Volvió a ser elegido diputado en las elecciones generales del 1 de marzo de 1979, pero abandonó su escaño de diputado, en 1980, para presentarse como candidato a la presidencia de la Generalitat de Convergencia a las elecciones al Parlamento Catalán en las que obtuvo el triunfo. Jordi Pujol fue nombrado presidente de la Generalitat el 28 de abril de 1980, cargo en el que tomó posesión el 8 de mayo de ese año.
En el programa que Pujol hizo público con motivo de las elecciones destacó la importancia de la lucha contra el paro proponiendo una adecuada distribución del fondo del paro y de los fondos de ocupación. Dedicó especial atención a las empresas viables y la necesidad de dar soporte moral a la empresa y al empresario, indicando que era mayor el paro que se producía por cierre que por reconversión.
En enero y octubre de 1983 se entrevistó en Madrid con Felipe Gónzalez, presidente del Gobierno, con el que llegó a un principio de acuerdo institucional para desbloquear el tema de sobrevaloración en las transferencias autonómicas a Cataluña.
El 29 de abril de 1984, Convergencia y Unio, CiU, coalición que lidera Jordi Pujol, ganó las elecciones al Parlamento catalán, con el 46,6% de los votos, con lo que se aseguró de nuevo la presidencia de la Generalitat.
El 19 de mayo de 1984 se anunció la querella contra antiguos responsables de Banca Catalana, entre ellos Jordi Pujol, por los presuntos delitos de apropiación indebida y de falsedad en documento mercantil. El 14 de marzo de 1990 la Sección Segunda de la Audiencia de Barcelona decretó el sobreseimiento definitivo del sumario abierto en 1984, tras ser resuelto un recurso de súplica presentado por los fiscales encargados del caso.
El 3 de abril de 1988, Pujol firmó el decreto de disolución del Parlamento catalán y la convocatoria de nuevas elecciones para el 29 de mayo, a las que se presentó de nuevo al frente de CiU, y en las que resultó de nuevo elegido presidente de la Generalitat con una amplia mayoría de los votos.
El 29 de enero de 1989 fue elegido presidente del partido Convergencia Democrática, en sustitución de Ramón Trías, durante el VIII Congreso del partido. Concurrió a las elecciones autonómicas del 15 de marzo de 1992 como cabeza de lista por CiU, coalición integrada por el CDC y Unión Democrática de Catalunya, UDC, en las que revalidó, por cuarta vez, la mayoría parlamentaria al conseguir 71 escaños de los 135 que componen el Parlamento catalán.
Una carrera en ascenso
El 3 de julio de 1992, fue nombrado presidente de la Asamblea de Regiones de Europa (ARE), al conseguir la mayoría absoluta, con 104 votos de los 207 emitidos, frente a los 31 de Manuel Fraga y los 72 de la francesa Marie Christine Blandin. En el IX congreso de CDC, el 18 de octubre de 1992, Jordi Pujol asumió los cargos de presidente y de secretario general de la agrupación ante la dimisión de Miguel Roca.
En las elecciones generales celebradas el 6 de junio de 1993, la coalición CIU obtuvo 18 diputados, por lo que se convirtió en una fuerza importante de apoyo a la mayoría relativa del PSOE.
En la investidura de Felipe González como presidente, la agrupación catalana emitió su voto favorable al candidato socialista. No obstante, desde CiU se ofreció apoyo y confianza hacia el PSOE, pero no coalición. Desde el gobierno autónomo de la Generalitat se iniciaron las peticiones de cesión del 15% del IRPF a las comunidades autónomas, que se consiguió el 7 de octubre de ese año.
El año 1994 fue especialmente intenso y complejo para Jordi Pujol tanto en la política española, donde su apoyo al gobierno socialista fue fundamental para su continuidad, como en Cataluña donde los casos de corrupción dañaron la imagen del ejecutivo catalán.
Pujol cumplió los 15 años al frente de la Generalitat, en mayo de 1995, convertido en uno de los políticos españoles más influyentes, en árbitro de la política nacional y, con 17 representantes de CiU en el Congreso de los Diputados, en el soporte del gobierno socialista.
En las eleccionesd autonómicas de 1995, CiU perdió cinco puntos y 10 diputados con respecto a los anteriores comicios autonómicos. A pesar de los resultados obtenidos, Jordi Pujol consiguió ser investido.
El año 1996 estuvo marcado por las elecciones generales de marzo, en las que CiU consiguió 16 diputados, el cambio de gobierno y el necesario pacto de gobernabilidad entre Pujol y Aznar. Pujol afirmó que este acuerdo iba más allá de los compromisos conseguidos con el PSOE en materia autonómica. Aseguró que representaba un progreso en la mejora de la financiación de las comunidades con la cesión del 30 % del IRPF y afianzaba también el proceso de normalización lingüística y el despliegue de la policía autonómica.
Sin embargo, estas relaciones pasaron por momentos de cierta tensión: en noviembre de 1996, Pujol aprovechó la clausura del X congreso de Convergencia Democrática, donde fue reelegido presidente del partido con el 94,4 % de los votos, para tratar de recomponer las entonces maltrechas relaciones con el PP.
Cursó Medicina aunque no sentía una vocación especial. Al iniciar la carrera se puso en contacto con la institución cristiana Torres y Bages, que agrupaba a jóvenes nacionalistas e hizo labor de apostolado en los barrios periféricos de la ciudad cuando tenía 20 años. Participó, por iniciativa de Raimon Gali, en la creación de la institución católica «Catolics Catalans».
La primera actividad profesional de Pujol fue en los laboratorios farmacéuticos Fides Cuatrecases. La lectura de los libros ‘El sentiment de la patria’, de Maragall, y ‘Elogi de Catalunya’, de Valles y Pujals, despiertan su fervor catalanista. En 1956 participó en la huelga de tranvías de Barcelona y en la destitución del presidente de ‘La Vanguardia’, Luis de Galinsoga, cuyas declaraciones anticatalanistas provocaron gran indignación.
El 19 de mayo de 1960, el actual presidente de la Generalitat fue uno de los protagonistas del incidente del Palacio de la Música al interrumpir un concierto, al que asistían varios ministros, e iniciar con parte del público el prohibido ‘Cant de la senyera’ de Maragall. Un consejo de guerra le sentenció a siete años de prisión, de los que, beneficiado por varios indultos, sólo cumplió dos años y ocho meses en la cárcel de Zaragoza y ocho meses de confinamiento en Gerona.
A comienzos de los 60, Pujol fundó con otros financieros la Banca Catalana. Posteriormente, se lanzó a la creación del Banco Industrial de Cataluña y formó un Instituto de Estudios que analizó cuestiones de economía, cultura, aspectos sociales y de convivencia.
Con el lema «fer pais» emprendió una serie de actividades culturales, sociales, políticas y de resistencia en pro de la defensa de los valores e intereses catalanes.
Además, Jordi Pujol estuvo vinculado con otras empresas. En enero de 1977, coinciendo con la convocatoria de las elecciones constituyentes, dimitió de los cargos ejecutivos de sus empresas para dedicarse íntegramente a la política.
En noviembre de ese mismo año pronunció una conferencia en el Colegio de Abogados de Barcelona sobre el momento político español, que tuvo gran repercusión nacional. En las elecciones legislativas del 15 de junio de 1977, fue elegido diputado por Barcelona, donde trabajó al frente de su grupo parlamentario Minoría Catalana y fue vicepresidente de la Comisión de Defensa.
El primer triunfo
Volvió a ser elegido diputado en las elecciones generales del 1 de marzo de 1979, pero abandonó su escaño de diputado, en 1980, para presentarse como candidato a la presidencia de la Generalitat de Convergencia a las elecciones al Parlamento Catalán en las que obtuvo el triunfo. Jordi Pujol fue nombrado presidente de la Generalitat el 28 de abril de 1980, cargo en el que tomó posesión el 8 de mayo de ese año.
En el programa que Pujol hizo público con motivo de las elecciones destacó la importancia de la lucha contra el paro proponiendo una adecuada distribución del fondo del paro y de los fondos de ocupación. Dedicó especial atención a las empresas viables y la necesidad de dar soporte moral a la empresa y al empresario, indicando que era mayor el paro que se producía por cierre que por reconversión.
En enero y octubre de 1983 se entrevistó en Madrid con Felipe Gónzalez, presidente del Gobierno, con el que llegó a un principio de acuerdo institucional para desbloquear el tema de sobrevaloración en las transferencias autonómicas a Cataluña.
El 29 de abril de 1984, Convergencia y Unio, CiU, coalición que lidera Jordi Pujol, ganó las elecciones al Parlamento catalán, con el 46,6% de los votos, con lo que se aseguró de nuevo la presidencia de la Generalitat.
El 19 de mayo de 1984 se anunció la querella contra antiguos responsables de Banca Catalana, entre ellos Jordi Pujol, por los presuntos delitos de apropiación indebida y de falsedad en documento mercantil. El 14 de marzo de 1990 la Sección Segunda de la Audiencia de Barcelona decretó el sobreseimiento definitivo del sumario abierto en 1984, tras ser resuelto un recurso de súplica presentado por los fiscales encargados del caso.
El 3 de abril de 1988, Pujol firmó el decreto de disolución del Parlamento catalán y la convocatoria de nuevas elecciones para el 29 de mayo, a las que se presentó de nuevo al frente de CiU, y en las que resultó de nuevo elegido presidente de la Generalitat con una amplia mayoría de los votos.
El 29 de enero de 1989 fue elegido presidente del partido Convergencia Democrática, en sustitución de Ramón Trías, durante el VIII Congreso del partido. Concurrió a las elecciones autonómicas del 15 de marzo de 1992 como cabeza de lista por CiU, coalición integrada por el CDC y Unión Democrática de Catalunya, UDC, en las que revalidó, por cuarta vez, la mayoría parlamentaria al conseguir 71 escaños de los 135 que componen el Parlamento catalán.
Una carrera en ascenso
El 3 de julio de 1992, fue nombrado presidente de la Asamblea de Regiones de Europa (ARE), al conseguir la mayoría absoluta, con 104 votos de los 207 emitidos, frente a los 31 de Manuel Fraga y los 72 de la francesa Marie Christine Blandin. En el IX congreso de CDC, el 18 de octubre de 1992, Jordi Pujol asumió los cargos de presidente y de secretario general de la agrupación ante la dimisión de Miguel Roca.
En las elecciones generales celebradas el 6 de junio de 1993, la coalición CIU obtuvo 18 diputados, por lo que se convirtió en una fuerza importante de apoyo a la mayoría relativa del PSOE.
En la investidura de Felipe González como presidente, la agrupación catalana emitió su voto favorable al candidato socialista. No obstante, desde CiU se ofreció apoyo y confianza hacia el PSOE, pero no coalición. Desde el gobierno autónomo de la Generalitat se iniciaron las peticiones de cesión del 15% del IRPF a las comunidades autónomas, que se consiguió el 7 de octubre de ese año.
El año 1994 fue especialmente intenso y complejo para Jordi Pujol tanto en la política española, donde su apoyo al gobierno socialista fue fundamental para su continuidad, como en Cataluña donde los casos de corrupción dañaron la imagen del ejecutivo catalán.
Pujol cumplió los 15 años al frente de la Generalitat, en mayo de 1995, convertido en uno de los políticos españoles más influyentes, en árbitro de la política nacional y, con 17 representantes de CiU en el Congreso de los Diputados, en el soporte del gobierno socialista.
En las eleccionesd autonómicas de 1995, CiU perdió cinco puntos y 10 diputados con respecto a los anteriores comicios autonómicos. A pesar de los resultados obtenidos, Jordi Pujol consiguió ser investido.
El año 1996 estuvo marcado por las elecciones generales de marzo, en las que CiU consiguió 16 diputados, el cambio de gobierno y el necesario pacto de gobernabilidad entre Pujol y Aznar. Pujol afirmó que este acuerdo iba más allá de los compromisos conseguidos con el PSOE en materia autonómica. Aseguró que representaba un progreso en la mejora de la financiación de las comunidades con la cesión del 30 % del IRPF y afianzaba también el proceso de normalización lingüística y el despliegue de la policía autonómica.
Sin embargo, estas relaciones pasaron por momentos de cierta tensión: en noviembre de 1996, Pujol aprovechó la clausura del X congreso de Convergencia Democrática, donde fue reelegido presidente del partido con el 94,4 % de los votos, para tratar de recomponer las entonces maltrechas relaciones con el PP.
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