Gerona, cabeza del corregimiento de su nombre, situada en lo anti-
guo cuesta abajo de un monte, extendióse despues por las dos riberas
del Oña, llamándose el Mercadal la parte colocada á la izquierda. La de
la derecha se prolonga hasta donde el mencionado rio se une con el Ter,
del que tambien es tributario por el mismo lado, y despues de correr por
debajo de várias calles y casas el Gálligans, formado de las aguas ver-
tientes de los montes situados al nacimiento del sol. Comunícanse am-
bas partes de la ciudad por un hermoso puente de piedra, y la circuia un
muro antiguo, con torreones, cuyo débil reparo se mejoró despues, aña-
diendo siete baluartes, cinco del lado del Mercadal y dos del opuesto;
habiendo sólo foso y camino cubierto en el de la puerta de Francia. Do-
minada Gerona en su derecha por várias alturas, eleváronse en diversos
tiempos fuertes que defendiesen sus cimas. En la que mira al camino de
Francia, y por consiguiente, en la más septentrional de ellas, se constru-
yó el castillo de Monjuich, con cuatro reductos avanzados, y en las otras,
separadas de ésta por el valle que riega el Gálligans, los del Calvario,
Condestable, Reina Ana, Capuchinos, del Cabildo y de la Ciudad. Antes
del sitio se contaban algunos arrabales, y abríase delante del Mercadal
un hermoso y fértil llano, que bañado por el Ter, el riachuelo Guell y una
acequia, estaba cubierto de aldeas y deleitables quintas.
La poblacion de Gerona, en 1808, ascendía á 14.000 almas, y al co- menzar el tercer sitio constaba su guarnicion de 5.673 hombres de todas armas. Mandaba la plaza, en calidad de gobernador interino, D. Mariano Alvarez de Castro, natural de Granada, y de familia ilustre de Castilla la Vieja, quien con la defensa inmortalizó su nombre. Era teniente de rey D. Julian Bolívar, que se habia distinguido en las dos anteriores acome- tidas de los franceses, y dirigian la artillería y los ingenieros los corone- les D. Isidro de Mata y D. Guillermo Minali; el último trabajó incesante- mente y con acierto en mejorar las fortificaciones.
Por la descripcion que acabamos de hacer de Gerona, y por la noticia que hemos dado de sus fuerzas, se ve cuán flacas eran éstas y cuán des- ventajosa su situacion. Enseñoreada por los castillos, tomado que fuese uno de ellos, particularmente el de Monjuich, quedaba la ciudad descu- bierta, siendo favorables al agresor todos los ataques. Ademas, si aten- demos á los muchos puntos que habia fortificados, y á la extension del recinto, claro es que para cubrir convenientemente la totalidad de las obras se requerian por lo ménos de 10 á 12.000 hombres, número lejano de la realidad. A todo suplió el patriotismo.
Animados los gerundenses con antiguas memorias, y reciente en ellos la de las dos últimas defensas, apoyaron esforzadamente á la guarnicion, distribuyéndose en ocho compañías, que, bajo el nombre de Cruzada, instruyó el coronel D. Enrique O’Donnell. Compusiéronla todos los veci- nos, sin excepcion de clase ni de estado, incluso el clero secular y regu- lar, y hasta las mujeres se juntaron en una compañía, que apellidaron de Santa Bárbara, la cual, dividida en cuatro escuadras, llevaba cartuchos y víveres á los defensores, recogiendo y auxiliando á los heridos.
Anteriormente habíase tambien tratado de excitar la devocion de los gerundenses, nombrando por generalísimo á San Narciso, su patro- no. Desde muy antiguo tenían los moradores en la proteccion del Santo.
La poblacion de Gerona, en 1808, ascendía á 14.000 almas, y al co- menzar el tercer sitio constaba su guarnicion de 5.673 hombres de todas armas. Mandaba la plaza, en calidad de gobernador interino, D. Mariano Alvarez de Castro, natural de Granada, y de familia ilustre de Castilla la Vieja, quien con la defensa inmortalizó su nombre. Era teniente de rey D. Julian Bolívar, que se habia distinguido en las dos anteriores acome- tidas de los franceses, y dirigian la artillería y los ingenieros los corone- les D. Isidro de Mata y D. Guillermo Minali; el último trabajó incesante- mente y con acierto en mejorar las fortificaciones.
Por la descripcion que acabamos de hacer de Gerona, y por la noticia que hemos dado de sus fuerzas, se ve cuán flacas eran éstas y cuán des- ventajosa su situacion. Enseñoreada por los castillos, tomado que fuese uno de ellos, particularmente el de Monjuich, quedaba la ciudad descu- bierta, siendo favorables al agresor todos los ataques. Ademas, si aten- demos á los muchos puntos que habia fortificados, y á la extension del recinto, claro es que para cubrir convenientemente la totalidad de las obras se requerian por lo ménos de 10 á 12.000 hombres, número lejano de la realidad. A todo suplió el patriotismo.
Animados los gerundenses con antiguas memorias, y reciente en ellos la de las dos últimas defensas, apoyaron esforzadamente á la guarnicion, distribuyéndose en ocho compañías, que, bajo el nombre de Cruzada, instruyó el coronel D. Enrique O’Donnell. Compusiéronla todos los veci- nos, sin excepcion de clase ni de estado, incluso el clero secular y regu- lar, y hasta las mujeres se juntaron en una compañía, que apellidaron de Santa Bárbara, la cual, dividida en cuatro escuadras, llevaba cartuchos y víveres á los defensores, recogiendo y auxiliando á los heridos.
Anteriormente habíase tambien tratado de excitar la devocion de los gerundenses, nombrando por generalísimo á San Narciso, su patro- no. Desde muy antiguo tenían los moradores en la proteccion del Santo.
entera y sencilla fe. Atribuían á su intercesion prosperidades en pasa-
das guerras, y en especial la plaga de moscas que tanto daño causó, se-
gun cuentan, en el siglo XIII, al ejército frances que, bajo su rey Feli-
pe el Atrevido, puso sitio á la plaza; sitio en el que, por decirlo de paso,
grandemente se señaló el gobernador Ramon Folch de Cardona, quien,
al asalto, como refiere Bernardo Desclot, tañendo su añafil y soltadas las
galgas, no dejó sobre las escalas frances que no fuese al suelo herido ó
muerto. Ciertos hombres, sin profundizar el objeto que llevaron los jefes
de Gerona, hicieron mofa de que se declarase generalísimo á San Nar-
ciso, y áun hubo varones cuerdos que desaprobaron semejante determi-
nacion, temiendo el influjo de vanas y perniciosas supersticiones. Era el
de los últimos arreglado modo de sentir para tiempos tranquilos, pero no
tanto para los agitados y extraordinarios. De todas las obligaciones, la
primera consiste en conservar ilesos los hogares patrios, y léjos de enti-
biar para ello el fervor de los pueblos, conviene alimentarle y darle pá-
bulo hasta con añejas costumbres y preocupaciones; por lo cual el atento
político y el verdadero hombre religioso, enemigos de indiscretas y re-
prensibles prácticas, disculparán, no obstante, y áun aplaudirán, en el
apretado caso de Gerona, lo que á muchos pareció ridícula y singular re-
solucion, hija de grosera ignorancia.
Los franceses, preparándose de antemano para el sitio, se presen- taron á la vista de la plaza el 6 de Mayo, en las alturas de Costa-Roja. Mandaba entónces aquellas tropas el general Reille, hasta que el 13 le reemplazó Verdier, quien continuó á la cabeza durante todo el sitio. Con este general, y sucesivamente, llegaron otros refuerzos, y el 31 arroja- ron los enemigos á los nuestros de la ermita de los Ángeles, que fue bien defendida. Hubo várias escaramuzas, pero lo corto de la guarnicion no permitió retardar, cual conviniera, las primeras operaciones del sitiador. Solamente los paisanos de las inmediaciones de Montagut, tiroteándose con él á menudo, le molestaron bastantemente.
Al comenzar Junio fué la plaza del todo circunvalada. Colocóse la division westfaliana de los franceses, al mando del general Morio, des- de la márgen izquierda del Ter, por San Medir, Montagut y Costa-Roja; la brigada de Juvhan en Pont-Mayor, y los regimientos de Berg y Wursz- burgo en las alturas de San Miguel y Villa-Roja, hasta los Ángeles; cu- brieron el terreno del Oña al Ter, por Montelibi, Palau y el llano de Salt, tropas enviadas de Vich por Saint-Cyr, ascendiendo el conjunto de to- das á 18.000 hombres. Hubiera preferido el último general bloquear es- trechamente la plaza á sitiarla; mas, sabiéndose en el campo frances que
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Los franceses, preparándose de antemano para el sitio, se presen- taron á la vista de la plaza el 6 de Mayo, en las alturas de Costa-Roja. Mandaba entónces aquellas tropas el general Reille, hasta que el 13 le reemplazó Verdier, quien continuó á la cabeza durante todo el sitio. Con este general, y sucesivamente, llegaron otros refuerzos, y el 31 arroja- ron los enemigos á los nuestros de la ermita de los Ángeles, que fue bien defendida. Hubo várias escaramuzas, pero lo corto de la guarnicion no permitió retardar, cual conviniera, las primeras operaciones del sitiador. Solamente los paisanos de las inmediaciones de Montagut, tiroteándose con él á menudo, le molestaron bastantemente.
Al comenzar Junio fué la plaza del todo circunvalada. Colocóse la division westfaliana de los franceses, al mando del general Morio, des- de la márgen izquierda del Ter, por San Medir, Montagut y Costa-Roja; la brigada de Juvhan en Pont-Mayor, y los regimientos de Berg y Wursz- burgo en las alturas de San Miguel y Villa-Roja, hasta los Ángeles; cu- brieron el terreno del Oña al Ter, por Montelibi, Palau y el llano de Salt, tropas enviadas de Vich por Saint-Cyr, ascendiendo el conjunto de to- das á 18.000 hombres. Hubiera preferido el último general bloquear es- trechamente la plaza á sitiarla; mas, sabiéndose en el campo frances que
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CONDE DE TORENO
no gozaba del favor de su gobierno, y que iba á sucederle en el mando el
mariscal Augereau, no se atendieron debidamente sus razones, llevando
Verdier adelante su intento de embestir á Gerona.
Reunido el 8 de Junio el tren de sitio correspondiente, resolvieron los enemigos emprender dos ataques, uno flojo, contra la plaza, otro vi- goroso, contra el castillo de Monjuich y sus destacadas torres ó reduc- tos. Mandaban á los ingenieros y artillería francesa los generales Sanson y Taviel. Antes de romper el fuego, se presentó el 12 un parlamentario para intimar la rendicion; mas el fiero gobernador Álvarez respondió que no queriendo tener trato ni comunicacion con los enemigos de su patria, recibiria en adelante á metrallazos á sus emisarios. Hízolo así, en efecto, siempre que el frances quiso entrar en habla. Criticáronle algunos de los que piensan que en tales lances han de llevarse las cosas reposadamen- te, mas loóle muy mucho el pueblo de Gerona, empeñando infinito en la defensa tan rara resolucion, cumplida con admirable tenacidad.
Los enemigos habian desde el 8 empezado á formar una paralela en la altura de Tramon, á 600 toesas de las torres de San Luis y San Narci- so, dos de las mencionadas de Monjuich, sacando al extremo de dicha paralela un ramal de trinchera, delante de la cual plantaron una bate- ría de ocho cañones de á veinte y cuatro y dos obuses de á nueve pulga- das. Colocaron tambien otra batería de morteros detras de la altura Den- roca, á 360 toesas del baluarte de San Pedro, situado á la derecha del Oña, en la puerta de Francia. Los cercados, á pesar del incesante fue- go que desde sus muros hacian, no pudieron impedir la continuacion de estos trabajos.
Progresando en ellos, y recibida que fué por los franceses la repul- sa del gobernador Álvarez, empezó el bombardeo en la noche del 13 al 14, y todo resonó con el estruendo del cañon y del mortero. Los solda- dos españoles corrieron á sus puestos, otro tanto hicieron los vecinos, acompañándolos á todas partes las doncellas y matronas alistadas en la compañía de Santa Bárbara. Sin dar descanso prosiguieron en su porfía los enemigos hasta el 25, y no por eso se desalentaron los nuestros, ni áun aquellos que entónces se estrenaban en las armas. El 14 incendió- se y quedó reducido á cenizas el hospital general; gran menoscabo, por los efectos allí perdidos, difíciles de reponer. La junta corregimental, que en todas ocasiones se portó dignamente, reparó algun tanto el daño, coadyuvando á ello la diligencia del intendente D. Cárlos Beramendi y el buen celo del cirujano mayor D. Juan Andres Nieto, que en un memo- rial histórico nos ha transmitido los sucesos más notables de este sitio.
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Reunido el 8 de Junio el tren de sitio correspondiente, resolvieron los enemigos emprender dos ataques, uno flojo, contra la plaza, otro vi- goroso, contra el castillo de Monjuich y sus destacadas torres ó reduc- tos. Mandaban á los ingenieros y artillería francesa los generales Sanson y Taviel. Antes de romper el fuego, se presentó el 12 un parlamentario para intimar la rendicion; mas el fiero gobernador Álvarez respondió que no queriendo tener trato ni comunicacion con los enemigos de su patria, recibiria en adelante á metrallazos á sus emisarios. Hízolo así, en efecto, siempre que el frances quiso entrar en habla. Criticáronle algunos de los que piensan que en tales lances han de llevarse las cosas reposadamen- te, mas loóle muy mucho el pueblo de Gerona, empeñando infinito en la defensa tan rara resolucion, cumplida con admirable tenacidad.
Los enemigos habian desde el 8 empezado á formar una paralela en la altura de Tramon, á 600 toesas de las torres de San Luis y San Narci- so, dos de las mencionadas de Monjuich, sacando al extremo de dicha paralela un ramal de trinchera, delante de la cual plantaron una bate- ría de ocho cañones de á veinte y cuatro y dos obuses de á nueve pulga- das. Colocaron tambien otra batería de morteros detras de la altura Den- roca, á 360 toesas del baluarte de San Pedro, situado á la derecha del Oña, en la puerta de Francia. Los cercados, á pesar del incesante fue- go que desde sus muros hacian, no pudieron impedir la continuacion de estos trabajos.
Progresando en ellos, y recibida que fué por los franceses la repul- sa del gobernador Álvarez, empezó el bombardeo en la noche del 13 al 14, y todo resonó con el estruendo del cañon y del mortero. Los solda- dos españoles corrieron á sus puestos, otro tanto hicieron los vecinos, acompañándolos á todas partes las doncellas y matronas alistadas en la compañía de Santa Bárbara. Sin dar descanso prosiguieron en su porfía los enemigos hasta el 25, y no por eso se desalentaron los nuestros, ni áun aquellos que entónces se estrenaban en las armas. El 14 incendió- se y quedó reducido á cenizas el hospital general; gran menoscabo, por los efectos allí perdidos, difíciles de reponer. La junta corregimental, que en todas ocasiones se portó dignamente, reparó algun tanto el daño, coadyuvando á ello la diligencia del intendente D. Cárlos Beramendi y el buen celo del cirujano mayor D. Juan Andres Nieto, que en un memo- rial histórico nos ha transmitido los sucesos más notables de este sitio.
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LIBRO DÉCIMO (1808)
Al rayar del 14 tambien acometieron los enemigos las torres de San Luis y San Narciso, apagaron sus fuegos, descortinaron su muralla, y abriendo brecha, obligaron á los españoles á abandonar el 19 ambas to- rres. Lo mismo aconteció el 21 con la de San Daniel, que evacuaron nuestros soldados. Este pequeño triunfo envalentonó á los sitiadores, causándoles despues grave mal su sobrada confianza.
En la noche del 14 al 15 desalojaron los mismos á una guerrilla es- pañola del arrabal del Pedret, situado fuera de la puerta de Francia, y levantando un espaldon, trataron de establecerse en aquel punto. Teme- roso el Gobernador de que erigiesen allí una batería de brecha, dispuso una salida, combinada con fuerza de Monjuich y de la plaza. Destruye- ron los nuestros el espaldon y arrojaron al enemigo del arrabal.
En tanto el general frances Saint-Cyr, habiendo enviado á Barcelona sus enfermos y heridos, aproximóse á Gerona. En su marcha cogió gana- do vacuno que del Llobregat iba para el abasto de la ciudad sitiada. Sen- tó el 20 de Junio su cuartel general en Caldas, y extendiendo sus fuer- zas hácia la marina, se apoderó el 21, aunque á costa de sangre, de San Feliu de Guijols. Con su llegada aumentóse el ejército frances á unos 30.000 hombres. Los somatenes y varios destacamentos molestaban á los franceses en los alrededores, y ántes de acabarse Junio cogieron un convoy considerable y 120 caballos de la artillería, que venian para el general Verdier. Corrió así aquel mes, sin que los franceses hubiesen al- canzado en el sitio de Gerona otra ventaja más que la de hacerse dueños de las torres indicadas.
Pusieron ahora sus miras en Monjuich. Guarnecíanle 900 hombres, á las órdenes de D. Guillermo Nash, estando todos decididos á defen- der el castillo hasta el último trance. Al alborear del 3 de Julio empeza- ron los enemigos á atacarlo, valiéndose de várias baterías, y en especial de una, llamada imperial, que plantaron á la izquierda de la torre de San Luis, compuesta de 20 piezas de grueso calibre y dos obuses. En todo el dia aportillóse ya la cara derecha del baluarte del Norte, y los defenso- res se prepararon á resistir cualquiera acometida, practicando detras de la brecha oportunas obras. El fuego del enemigo habia derribado del án- gulo flanqueado de aquel baluarte la bandera española, que allí tremo- laba. Al verla caída se arrojó al foso el subteniente D. Mariano Montoro, recobróla, y subiendo por la misma brecha, la hincó y enarboló de nue- vo; accion atrevida y digna de elogio.
No tardaron los enemigos en intentar el asalto del castillo. Empren- diéronle furiosamente á las diez y media de la noche del 4 de Julio; va-
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Al rayar del 14 tambien acometieron los enemigos las torres de San Luis y San Narciso, apagaron sus fuegos, descortinaron su muralla, y abriendo brecha, obligaron á los españoles á abandonar el 19 ambas to- rres. Lo mismo aconteció el 21 con la de San Daniel, que evacuaron nuestros soldados. Este pequeño triunfo envalentonó á los sitiadores, causándoles despues grave mal su sobrada confianza.
En la noche del 14 al 15 desalojaron los mismos á una guerrilla es- pañola del arrabal del Pedret, situado fuera de la puerta de Francia, y levantando un espaldon, trataron de establecerse en aquel punto. Teme- roso el Gobernador de que erigiesen allí una batería de brecha, dispuso una salida, combinada con fuerza de Monjuich y de la plaza. Destruye- ron los nuestros el espaldon y arrojaron al enemigo del arrabal.
En tanto el general frances Saint-Cyr, habiendo enviado á Barcelona sus enfermos y heridos, aproximóse á Gerona. En su marcha cogió gana- do vacuno que del Llobregat iba para el abasto de la ciudad sitiada. Sen- tó el 20 de Junio su cuartel general en Caldas, y extendiendo sus fuer- zas hácia la marina, se apoderó el 21, aunque á costa de sangre, de San Feliu de Guijols. Con su llegada aumentóse el ejército frances á unos 30.000 hombres. Los somatenes y varios destacamentos molestaban á los franceses en los alrededores, y ántes de acabarse Junio cogieron un convoy considerable y 120 caballos de la artillería, que venian para el general Verdier. Corrió así aquel mes, sin que los franceses hubiesen al- canzado en el sitio de Gerona otra ventaja más que la de hacerse dueños de las torres indicadas.
Pusieron ahora sus miras en Monjuich. Guarnecíanle 900 hombres, á las órdenes de D. Guillermo Nash, estando todos decididos á defen- der el castillo hasta el último trance. Al alborear del 3 de Julio empeza- ron los enemigos á atacarlo, valiéndose de várias baterías, y en especial de una, llamada imperial, que plantaron á la izquierda de la torre de San Luis, compuesta de 20 piezas de grueso calibre y dos obuses. En todo el dia aportillóse ya la cara derecha del baluarte del Norte, y los defenso- res se prepararon á resistir cualquiera acometida, practicando detras de la brecha oportunas obras. El fuego del enemigo habia derribado del án- gulo flanqueado de aquel baluarte la bandera española, que allí tremo- laba. Al verla caída se arrojó al foso el subteniente D. Mariano Montoro, recobróla, y subiendo por la misma brecha, la hincó y enarboló de nue- vo; accion atrevida y digna de elogio.
No tardaron los enemigos en intentar el asalto del castillo. Empren- diéronle furiosamente á las diez y media de la noche del 4 de Julio; va-
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CONDE DE TORENO
nos fueron sus esfuerzos, inutilizándolos los nuestros con su serenidad y
valentía. Suspendieron por entónces los contrarios sus acometimientos;
mas en la mañana del 8 renovaron el asalto en columna cerrada y manda-
dos por el coronel Muff. Tres veces se vieron repelidos, haciendo en ellos
grande estrago la artillería, cargada con balas de fusil, particularmente
un obus, dirigido por D. Juan Candy. Insistió el enemigo Muff en llevar
sus tropas por cuarta vez al asalto, hasta que, herido él mismo, desmaya-
ron los suyos y se retiraron. Perdieron en esta ocasion los sitiadores unos
2.000 hombres, entre ellos 11 oficiales muertos y 66 heridos. Mandaba
en la brecha á los españoles D. Miguel Pierson, que pereció defendién-
dola, y distinguióse al frente de la reserva don Blas de Fournás. Durante
el asalto tuvieron constantemente los franceses en el aire, contra el pun-
to atacado, siete bombas y muchos otros fuegos parabólicos. Grandes y
esclarecidos hechos allí se vieron. Fué de notar el del mozo Luciano An-
cio, tambor apostado para señalar con la caja los tiros de bomba y grana-
da. Llevóle un casco parte del muslo y de la rodilla, y al quererle traspor-
tar al hospital, opúsose, diciendo: «No, no; aunque herido en la pierna,
tengo los brazos sanos para con el toque de caja librar de las bombas á
mis amigos.»
Enturbió algun tanto la satisfaccion de aquel dia el haberse volado la torre de San Juan, obra avanzada entre Monjuich y la plaza. Casi to- dos los españoles que la guarnecian perecieron, salvando á unos pocos D. Cárlos Beramendi, que, sin reparar en el horroroso fuego del enemigo, acudió á aquel punto, mostrándose entónces, como en tantos otros casos de este sitio, celoso intendente, incansable patriota y valeroso soldado.
Esto ocurria en Gerona, cuando el general Saint-Cyr, atento á alejar de la plaza todo género de socorros, despues de haber ocupado á San Fe- liu de Guijols, creyó tambien oportuno apoderarse de Palamós, enviando para ello el 5 de Julio al general Fontane. Este puerto, casi aislado, hu- biera podido resistir largo tiempo si le hubieran defendido tropas ague- rridas y buenas fortificaciones. Pero éstas, de suyo malas, se hallaban descuidadas, y solamente las coronaban algunos somatenes y mique- letes, que, sin embargo, se negaron á rendirse y disputaron el terreno á palmos. Cañoneras fondeadas en el puerto hiceron al principio bastan- te fuego; mas el de los enemigos las obligó á retirarse. Entraron los fran- ceses la villa y casi todos los defensores perecieron, no siéndoles dado acogerse, segun lo intentaron, á las cañoneras y otros barcos, que toma- ron viento y se alejaron.
Por el mismo tiempo llegó á Perpiñan el mariscal Augereau. Confia- 592
Enturbió algun tanto la satisfaccion de aquel dia el haberse volado la torre de San Juan, obra avanzada entre Monjuich y la plaza. Casi to- dos los españoles que la guarnecian perecieron, salvando á unos pocos D. Cárlos Beramendi, que, sin reparar en el horroroso fuego del enemigo, acudió á aquel punto, mostrándose entónces, como en tantos otros casos de este sitio, celoso intendente, incansable patriota y valeroso soldado.
Esto ocurria en Gerona, cuando el general Saint-Cyr, atento á alejar de la plaza todo género de socorros, despues de haber ocupado á San Fe- liu de Guijols, creyó tambien oportuno apoderarse de Palamós, enviando para ello el 5 de Julio al general Fontane. Este puerto, casi aislado, hu- biera podido resistir largo tiempo si le hubieran defendido tropas ague- rridas y buenas fortificaciones. Pero éstas, de suyo malas, se hallaban descuidadas, y solamente las coronaban algunos somatenes y mique- letes, que, sin embargo, se negaron á rendirse y disputaron el terreno á palmos. Cañoneras fondeadas en el puerto hiceron al principio bastan- te fuego; mas el de los enemigos las obligó á retirarse. Entraron los fran- ceses la villa y casi todos los defensores perecieron, no siéndoles dado acogerse, segun lo intentaron, á las cañoneras y otros barcos, que toma- ron viento y se alejaron.
Por el mismo tiempo llegó á Perpiñan el mariscal Augereau. Confia- 592
LIBRO DÉCIMO (1808)
do en que los catalanes escucharian su voz, dirigióles una proclama en mal español, que mandó publicar en los pueblos del Principado. Mas apénas habian fijado tres de aquellos carteles, cuando el coronel D. An- tonio Porta destruyó en San Lorenzo de la Muga el destacamento encar- gado de tal comision, volviendo á Perpiñan pocos de los que le compo- nian. Un ataque de gota en la mano, y el ver que no era empresa la de Cataluña tan fácil como se figuraba, detuvieron algun tiempo al mariscal Augereau en la frontera, por lo que continuó todavía mandando el sépti- mo cuerpo el general Saint-Cyr.
No desayudaban tampoco á los heroicos esfuerzos de Gerona las es- caramuzas con que divertían á los franceses los somatenes, miqueletes y alguna tropa de línea. Don Antonio Porta los molestaba desde la raya de Francia hasta Figueras; de aquí á Gerona entreteníalos el Dr. D. Fran- cisco Robira, infatigable y audaz partidario. El general Wimpffen, don Pedro Cuadrado y los caudillos Milans, Iranzo y Clarós corrían la tierra que media desde Hostalrich por Santa Colonia hasta la plaza de Gero- na. Por tanto, para despejar la línea de comunicacion con Francia, tu- vo Saint-Cyr que enviar el 12 de Julio una brigada del general Souham á Bañolas, al mismo tiempo que el general Guillot desde Figueras se ade- lantaba á San Lorenzo de la Muga.
Muy luégo de comenzar el sitio habian los de Gerona pedido socorro, y en respuesta á su demanda, trataron las autoridades de Cataluña de enviar un convoy y alguna fuerza á las órdenes de D. Rodulfo Marshall, irlandes de nacion y hombre de bríos, que habia venido á España á to- mar parte en su sagrada lucha. Pasaron los nuestros delante del general Pino en Llagostera sin ser descubiertos; mas avisado el enemigo por un soldado zaguero, tomó el general Saint-Cyr sus medidas, y el 10 inter- ceptó en Castellar el socorro, entrando solo en la plaza el coronel Mars- hall con unos cuantos que lograron salvarse.
Los sitiadores, despues del malogrado asalto de Monjuich, prolonga- ron sus trabajos, y abrazando los dos frentes del Nordeste y Noroeste, se adelantaron hasta la cresta del glácis. Nuevas y multiplicadas baterías levantaron, sin que los detuviesen nuestros fuegos ni el valor de los si- tiados. Perecieron el 31 muchos de ellos en la torre de San Luis, que vo- ló una bomba arrojada de la plaza, y en una salida que voluntariamente hicieron del castillo en el mismo dia varios soldados.
Entrado Agosto, continuaron los franceses con el mismo ahinco en acometer á Monjuich, y en la noche del 3 al 4 quisieron apoderarse del rebellin del frente de ataque. Frustróse por entónces su intento; pero al
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do en que los catalanes escucharian su voz, dirigióles una proclama en mal español, que mandó publicar en los pueblos del Principado. Mas apénas habian fijado tres de aquellos carteles, cuando el coronel D. An- tonio Porta destruyó en San Lorenzo de la Muga el destacamento encar- gado de tal comision, volviendo á Perpiñan pocos de los que le compo- nian. Un ataque de gota en la mano, y el ver que no era empresa la de Cataluña tan fácil como se figuraba, detuvieron algun tiempo al mariscal Augereau en la frontera, por lo que continuó todavía mandando el sépti- mo cuerpo el general Saint-Cyr.
No desayudaban tampoco á los heroicos esfuerzos de Gerona las es- caramuzas con que divertían á los franceses los somatenes, miqueletes y alguna tropa de línea. Don Antonio Porta los molestaba desde la raya de Francia hasta Figueras; de aquí á Gerona entreteníalos el Dr. D. Fran- cisco Robira, infatigable y audaz partidario. El general Wimpffen, don Pedro Cuadrado y los caudillos Milans, Iranzo y Clarós corrían la tierra que media desde Hostalrich por Santa Colonia hasta la plaza de Gero- na. Por tanto, para despejar la línea de comunicacion con Francia, tu- vo Saint-Cyr que enviar el 12 de Julio una brigada del general Souham á Bañolas, al mismo tiempo que el general Guillot desde Figueras se ade- lantaba á San Lorenzo de la Muga.
Muy luégo de comenzar el sitio habian los de Gerona pedido socorro, y en respuesta á su demanda, trataron las autoridades de Cataluña de enviar un convoy y alguna fuerza á las órdenes de D. Rodulfo Marshall, irlandes de nacion y hombre de bríos, que habia venido á España á to- mar parte en su sagrada lucha. Pasaron los nuestros delante del general Pino en Llagostera sin ser descubiertos; mas avisado el enemigo por un soldado zaguero, tomó el general Saint-Cyr sus medidas, y el 10 inter- ceptó en Castellar el socorro, entrando solo en la plaza el coronel Mars- hall con unos cuantos que lograron salvarse.
Los sitiadores, despues del malogrado asalto de Monjuich, prolonga- ron sus trabajos, y abrazando los dos frentes del Nordeste y Noroeste, se adelantaron hasta la cresta del glácis. Nuevas y multiplicadas baterías levantaron, sin que los detuviesen nuestros fuegos ni el valor de los si- tiados. Perecieron el 31 muchos de ellos en la torre de San Luis, que vo- ló una bomba arrojada de la plaza, y en una salida que voluntariamente hicieron del castillo en el mismo dia varios soldados.
Entrado Agosto, continuaron los franceses con el mismo ahinco en acometer á Monjuich, y en la noche del 3 al 4 quisieron apoderarse del rebellin del frente de ataque. Frustróse por entónces su intento; pero al
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