martes, 7 de marzo de 2017

20 Cualidades de las Personas con Talento



10 Cualidades de las personas con talento. ¿Cuántas posees?


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El artículo de hoy es muy especial para mí porque pretende ser una reflexión sobre quiénes somos y qué nos gustaría ser. Hoy te vengo a hablar del talento, del talento que tú también llevas dentro.

Lo que has de saber hacer para desarrollar tu Talento
- 1 Creer en ti
- 2 Ser proactivo
- 3 Vivir el presente
- 4 Tener metas
- 5 Querer aprender

- 6 Saber aprender
- 7 Poder aprender
-8 Querer mejorar

- 9 Actitud de Mejora
-Rodéate de los mejores
-Aprende de los campeones
-Disfruta de lo conveniente
-Encuentra Sentido a lo que haces
-Disfruta
-Ten ganas
-Ten determinación
-Prepárate
-Ten claro tus puntos Fuertes
-Aprende a dar el 150 %
¿Listo para saber qué cualidades son las que posee una persona con talento? ¿Preparado para descubrir cuántas posees? ¿Decidido a adquirir aquellas que te faltan? Si es así, felicidades por tu valentía y determinación. Sin más dilación, zarpamos…
TALENTO
Imagen extraída de Shutterstock

¿Qué cualidades poseen las personas con talento?

1. Saben perfectamente lo que quieren.
  • No se puede tener talento si no sabes hacia dónde vas, si no eres capaz de descubrir cuál es tu verdadero objetivo en la vida. Saber definir el objetivo es el primer paso que define a una persona con talento.
2. Son proactivas.
  • A mí me gusta decir que en la vida hay dos tipos de personas: las que tienen un problema para cada solución y las que transforman los problemas en soluciones. La primera es una persona reactiva; la segunda, proactiva. La proactividad no es más que transformar el deseo en acción. El talento es, por tanto, la suma entre lo que quieres y lo que haces para conseguirlo. Si te interesa profundizar sobre el término proactividad, te remito al siguiente enlace.
3. Son disciplinadas.
  • Uno de los mayores enemigos del talento es la falta de disciplina, lo que se podría denominar como procrastinación. ¿Quieres conocer en qué consiste la procrastinación docente? Descúbrelo en el siguiente enlace. Te sorprenderá.
4. Evitan la dispersión.
  • Otro rasgo que define a una persona con talento es su capacidad para no dispersarse. Francisco Alcaide las denomina personas de foco. ¿Y sabes además cual es una de sus grandes virtudes? Pues que saben decir que no.
5. Tienen paciencia.
  • No hay talento sin paciencia. No hay resultados sin saber esperar. Fijarse un objetivo y llevarlo a la práctica no se consigue de la noche a la mañana. Además, la persona con talento posee la capacidad de reconocer que no siempre se consigue a la primera lo que uno desea.
6. Son autorresponsables.
  • La autoresponsabilidad es una de las características que más destacaría de una persona con talento. Pero, ¿qué significa ser autoresponsable? Significa aceptar tus aciertos, pero sobre todo responsabilizarte de los errores. Las personas con talento proyectan la responsabilidad hacia ellos mismos.
7. Poseen determinación.
  • Existe una clara diferencia entre motivación y determinación. La principal es que la motivación se localiza a corto plazo, mientras que la determinación se caracteriza por proyectarse a medio o largo plazo. De ahí la importancia de ser paciente. Si quieres conocer la diferencia entre motivación y determinación no dejes de leer el siguiente enlace.
8. Están mentalmente sanas.
  • Encontrar el equilibrio entre la razón y la emoción, entre lo racional y lo emocional. La persona mentalmente sana es aquella que se siente satisfecha consigo misma, que se respeta a sí misma y a los demás, que no se siente desbordada por las emociones, que no se infravalora, que encuentra el placer en la cotidianidad, que afronta las dificultades como una forma de aprendizaje.
9. Se rodean de las personas adecuadas.
  • Tener talento implica rodearse de las personas que pueden hacerte mejorar. De allí que sepan distinguir o reconocer a las denominadas personas tóxicas. ¿Y qué se considera una persona tóxica? Descubre las 14 cualidades de una persona tóxica en el siguiente enlace.
10. Poseen una actitud de mejora continua.
  • Uno de los mayores enemigos de la persona con talento es la autocomplacencia. De lo que se trata es de mantener una actitud de mejora, de aprendizaje continuo. La persona con talento nunca con lo que sabe, y lo mejor de todo es que sin conformarse es capaz de ser feliz y de sentirse realizado.

lunes, 6 de marzo de 2017

Juan García-Nieto y su hermana Carmen García-Nieto

El sacerdote jesuita Joan García-Nieto, cofundador del sindicato Comisiones Obreras en la comarca del Baix Llobregat (Barcelona) bajo la dictadura franquista y animador, junto con el también fallecido Alfons Carlos Comín, del movimiento Cristianos por el Socialismo, falleció el pasado sábado de un ataque al corazón mientras oficiaba misa en la parroquia Verge del Pilar, de Cornellá (Barcelona), ciudad en la que residía desde el año 1965.Teólogo, sociólogo y escritor, Joan Nepomuceno García-Nieto había nacido en julio de 1929 en Barcelona en el seno de una familia burguesa (fundadora de la Banca Riva y García). Estudió en Deusto y en Londres, donde se licenció en Sociología Industrial. En esta última ciudad entró en contacto con el movimiento obrero británico y con los sindicalistas españoles exiliados. Se ordenó sacerdote en 1960, en Irlanda, y cinco años después se instaló en el barrio de obreros inmigrantes de Sant Ildefons, en Cornellá. Su casa dio cobijo a sindicalistas perseguidos por la policía de la dictadura. Desde esa ciudad contribuyó desde primera fila a levantar CC OO, a partir de una organización llamada Comisiones de Barrios y Fábricas. El Ayuntamiento de Cornellá le otorgó la medalla de oro de la ciudad en 1989.
Compañero de militancia de Alfonso Carlos Comín, Jordi Solé-Tura, Jordi Borja y Marina Subirats, entre otros, en Bandera Roja, ingresó posteriormente en el Partit Socialista Unificat de Catalunyá (PSUC). Su militancia comunista no le llevó a cuestionar su pertenencia a la Iglesia: "No la dejaré jamás, porque si alguien sobra en la Iglesia son los que están por una opción burguesa", había declarado. En los últimos años estaba volcado en la Fundación Utopía, dedicada a recuperar la historia del movimiento obrero en el Baix Llobregat y a fomentar una política socialista unitaria.-

domingo, 5 de marzo de 2017

Un Delirio es un Estado de Confusión Profundo

Delirium, or acute confusional state, is an organically caused decline from a previously attained baseline level of cognitive function. It is typified by fluctuating course, [clarification needed] attentional deficits and generalized severe disorganization of behavior. It typically involves other cognitive deficits, changes in arousal (hyperactive, hypoactive, or mixed), perceptual deficits, altered sleep-wake cycle, and psychotic features such as hallucinations and delusions.
Delirium itself is not a disease, but rather a clinical syndrome (a set of symptoms). It may result from an underlying disease, over-consumption of alcohol, from drugs administered during treatment of a disease, withdrawal from drugs or from any number of health factors. Delirium may be difficult to diagnose without the proper establishment of the baseline mental function of a patient.
Delirium may be caused by a disease process outside the brain that nonetheless affects the brain, such as infection (urinary tract infectionpneumonia) or drug effects, particularly anticholinergics or other CNS depressants (benzodiazepines and opioids).[1] Although hallucinations and delusions are sometimes present in delirium, these are not required for the diagnosis, and the symptoms of delirium are clinically distinct from those induced by psychosis or hallucinogens (with the exception of deliriants.) Delirium must by definition be caused by an organic process, i.e., a physically identifiable structural, functional, or chemical problem in the brain (see organic brain syndrome), and thus, fluctuations of mentation due to changes in purely psychiatric processes or diseases, such as sudden psychosis from schizophrenia or bipolar disorder, are (by definition) not termed delirium. Like its components (inability to focus attentionmental confusion and various impairments in awareness and temporal and spatial orientation), delirium is the common manifestation of new organic brain dysfunction (for any reason). Delirium requires both a sudden change in mentation, and an organic cause for this. Thus, without careful assessment and history, delirium can easily be confused with a number of psychiatric disorders or long term organic brain syndromes, because many of the signs and symptoms of delirium are conditions also present in dementiadepression, and psychosis.[2] Delirium may newly appear on a background of mental illness, baseline intellectual disability, or dementia, without being due to any of these problems.
Treatment of delirium requires treating the underlying cause, and multi-component interventions are thought to be most effective.[3] In some cases, temporary or palliative or symptomatic treatments are used to comfort the person or to allow other care (for example, a person who, without understanding, is trying to pull out a ventilation tube that is required for survival). Delirium is probably the single most common acute disorder affecting adults in general hospitals. It affects 10-20% of all hospitalized adults, and 30-40% of elderly who are hospitalized and up to 80% of those in ICU. Among those requiring critical care, delirium is a risk for death within the next year.[4] Antipsychotics are not supported for the treatment or prevention of delirium among those who are in hospital.[3][5] However, when delirium is caused by alcohol or sedative hypnotic withdrawalbenzodiazepines are typically used.[6]

sábado, 4 de marzo de 2017

El DELIRIO SEPARATISTA y 2

Quizás por el horror que supone ver nuestro lado más oscuro a través del espejo deformante de la locura, hay pocos escenarios humanos tan fascinantes como el de aquellas personas que –sin mostrar un deterioro intelectual general como el que se observa en una demencia– muestran un pensamiento delirante.
Hay gente que cree que la intentan envenenar en su casa, otros están convencidos de que su padre no es tal sino el diablo disfrazado y otros piensan que el fin del universo está escrito en clave en las matrículas de los coches de su calle. Decimos que estas personas deliran. Pero no es fácil definir formalmente el delirio, como no es fácil, por cierto, definir el pensamiento «normal». La mayor parte de las definiciones comparten la idea de que un delirio es un pensamiento considerado implausible por los demás, mantenido con una convicción firme, no modificable por la argumentación y la experiencia, y con un valor emocional tan elevado para quien lo expresa que una parte sustancial de su existencia acaba girando en torno a esa idea delirante. El delirio se aparta del razonar común, de la senda implícitamente consensuada que nos permite a los no delirantes compartir una realidad mutua 1.
El libro de Castilla del Pino es una notable excepción porque, por una vez, se intenta articular una teoría psicológica del delirio. La aparición hace cerca de 40 años de los psicofármacos antipsicóticos permitió cortocircuitar el delirio de muchos pacientes pero también tuvo la consecuencia indeseable de limitar hasta la consunción la reflexión de los clínicos sobre las funciones psicológicas que cumplían los delirios, de tal modo que ante el delirante el psiquiatra actuaba más como un cirujano que como un clínico pues se trata de «extirpar» un apéndice inútil producto de alguna desconocida aberración neurobiológica.
Con este libro, Castilla del Pino, a contrapelo del actual biologismo acientífico en que se mueve buena parte de la psiquiatría actual, va desarrollando articulada y parsimoniosamente frente al lector un armonioso sistema explicativo para explicar el significado que tiene el delirio en la vida del delirante. Su tesis es que el delirio es un error, sí, pero un errornecesario: el delirio se convierte en el único sustento que le queda al sujeto para soportar una realidad personal insoportable, para mantener un yo frágil y vencido. Para el delirante, vivir en el delirio supone su única tabla de salvación, su único medio de salvar su autoestima y su integridad psicológica.
El delirio no consistiría, como desde una postura diametralmente opuesta han intentado explicar recientemente otros autores, en un subproducto de desecho de procesos biológicos subyacentes sino en un síntoma revestido de pleno significado biográfico 2. La aproximación terapéutica al delirio es por eso una tarea ardua (inexpugnable para algunos, siguiendo la tradición de K. Jaspers), pues supone desarticular la única estructura psicológica fuerte (anómalamente fuerte por su carácter defensivo) que le queda al sujeto. El delirio, pues, sería el producto necesario de una situación vital insoportable psicológicamente que exige una transfiguración para ser soportada. La idea de ser perseguido por la CIA, o de ser el destinatario de una revelación divina o demoníaca, no hace sino situar al delirante en un estrado de proyección personal y de relevancia que fuera de su delirio nunca podría haber obtenido. El delirio cumple, así, la función de tapar fisuras e insuficiencias vitales. De hecho, para Castilla del Pino, las típicas depresiones que se observan cuando el delirio se atenúa con la medicación antipsicótica, sería el resultado de que el sujeto se ve impedido, de súbito, para utilizar esa ortopedia (en expresión textual del autor) que suponía hasta entonces el delirio. Si el delirio se extirpa, siguiendo la analogía quirúrgica anterior, ¿qué le queda al sujeto para sustentar su identidad?
La teoría de Castilla del Pino está articulada desde una teoría del sujeto y del conocimiento (o construcción) de la realidad. Según Castilla del Pino, el delirio hay que entenderlo atendiendo a dos frentes. Por un lado, el delirio transgrede una serie de normas básicas de la lógica (sobre todo porque el delirante parece incapaz de ver/aceptar que existen otros puntos de vista diferentes al suyo, lo que es una premisa básica de la comunicación) y, por otro, se nutre de una serie de necesidades y deseos psicológicos no satisfechos en cuyo lugar queda instalado el delirio. Aunque podamos estar de acuerdo con este punto de partida, realmente a contracorriente del quehacer psiquiátrico vigente, resulta más discutible apoyarse en la teoría psicoanalítica,como hace Castilla del Pino en este libro, para desenmarañar los mecanismos de formación del delirio. La psicología científica, aún admitiendo la idea de que el delirio encierra un significado, explica su formación a través de vías menos esotéricas que las propuestas por él.
Pero dejando de lado estas discrepancias de carácter más técnico, el libro de Castilla del Pino puede calificarse de moderno pues intenta la comprensión psicopatológica del delirio desde la comprensión del pensamiento de las personas normales. Del mismo modo que nadie hoy día se atreve a explicar las amnesias sin partir del conocimiento que tenemos del funcionamiento de la memoria normal, parece poco probable, aunque todavía se intenta desde la psicopatología más rancia y acartonada, entender el delirio como un producto cualitativamente diferente del pensamiento normal. Por ejemplo, algunos estudios –aún en vías de publicación– de E. Peters (University College of London) y P. Garety (Oxford University) han puesto de manifiesto que hay una línea de continuidad entre las ideas religiosas de personas muy creyentes y las ideas psicóticas. La diferencia es más de grado en ciertas dimensiones que de radicales diferencias en cuanto a su naturaleza 3. Las funciones y características del pensamiento delirante no se hallarían, por lo tanto, tan alejadas de las que caracterizan al pensamiento llamado «normal» y en esta línea se sitúa también la argumentación de Castilla del Pino.
El libro se lee con placer porque, además, Castilla del Pino muestra una firme voluntad literaria en este ensayo. Pero, como lector atraído por el argumento central de este libro, habría deseado un epílogo (¡o quizás la continuación en otro libro!) sobre la terapia psicológica de los delirios. Mientras que el psicoanálisis se ha mostrado típicamente impotente para desarticular el delirio, creando a veces explicaciones rocambolescas próximas también a un delirio, comienzan a aparecer vías modernas –derivadas en muchos casos de las psicoterapias cognitivas y la terapia de conducta– para ayudar al delirante. Algo se mueve en este sentido en el campo de la psicología clínica actual, sobre todo en el entorno británico. Las aportaciones recientes de Chadwick, Lowe, Bentall, Haddock, Garety, etc., permiten augurar que, en un futuro cercano podamos disponer de algunas llaves que nos permitan acceder a disolver el error delirante y ayudar a quien ha perdido la razón a reconstituir su realidad de un modo socialmente más aceptable y con menor sufrimiento 4.
El libro, aun en su forma de ensayo para un público más general, debe convertirse en un punto de referencia obligado para el especialista y debería también servir de germen para desarrollar programas de investigación empíricos para contrastar las agudas intuiciones clínicas con que el profesor Castilla nos regala en esta obra de madurez creadora. A pesar de que el delirio es el epicentro de la locura, desconocemos casi todo sobre él. Parte de este desconocimiento se debe, como señalaba no hace mucho Castilla del Pino 5, a la escisión que muy tempranamente, a principios de siglo, se produce entre la psiquiatría y la emergente psicología científica experimental. Sería deseable recuperar ese diálogo interdisciplinar porque las teorías y los modelos de razonamiento, de memoria, y de percepción que ofrece la psicología actual pueden proporcionar las claves epistemológicas para desentrañar la naturaleza del delirio, así como de otros síntomas cognitivos psicopatológicos. Quizás, finalmente, el delirio no sea tan «necesario» como el profesor Castilla sugiere. La ciencia ya no se considera un asunto determinista sino más bien probabilista y, en este sentido, aún no se ha descubierto ninguna circunstancia que necesariamente conduzca a un trastorno mental. Así pues, nos queda finalmente por delucidar por qué unas personas, ante constelaciones de circunstancias semejantes, deliran y otras no (bien permaneciendo sanas o bien sucumbiendo a algún otro tipo de psicopatología no delirante). Poder predecir quiénes tienen más probabilidad de delirar queda, en mi opinión, fuera del alcance del método clínico de observación que sigue Castilla del Pino. Esta es una tarea más accesible desde una perspectiva nomotética que, aunque inspirándose en lúcidas hipótesis clínicas, permitirá más fácilmente desentrañar relaciones generales entre variables. En cierto modo, el intento de Castilla del Pino es que el pensamiento psicopatológico retome un surco de razonamiento y profundidad de análisis en el que, lamentablemente, parece haberse perdido, en un naufragio en el que abundan por igual vanos artificios verbales como recetas de fármacos dispensados con una generosa y, a menudo, ignorante mano. La apuesta está echada.

miércoles, 1 de marzo de 2017

El Delirio Separatista

Para Jorge Tizón, el delirio está basado en el dolor y el sufrimiento del sujeto, que quiere evitarlo creando una fantasía que finalmente le acarrea más pesar. Castilla del Pino, de 75 años, establece que el delirio es un error de la percepción humana y constituye una necesidad para muchas personas al no tolerar la verdad sobre aquello en lo que yerrán, pero "los normales" le dan a la fantasía un valor de ensoñación, y los delirantes patológicos se la creen.

El delirio o la presencia de ideas delirantes es propio de las patologías psiquiátricas psicóticas, principalmente la esquizofrenia y la paranoia, entre otras. Estas patologías se producen a raíz de una interpretación delirante de sucesos tras una percepción normal de la realidad.

Estas creencias delirantes son falsas, irrebatibles a la lógica, basadas en la inferencia errónea de la realidad. Suelen ser más elaboradas en la paranoia que en la esquizofrenia, aunque en esta última el contenido de la idea delirante puede ser más abigarrado.

Conviene no confundir el delirio con el delirium, trastorno cognitivo generalizado y agudo en el que existe un deterioro global de las funciones superiores con descenso del nivel de consciencia. Se inicia de forma brusca, su curso es fluctuante y autolimitado y suele ser debido a causas médicas o tóxicas, como enfermedades neurológicas, fármacos, ciertas drogas o enfermedades sistémicas (enfermedades endocrinas, hepatopatías, insuficiencia cardíaca, sepsis, anemias agudas…). Se produce desorientación y deterioro del nivel de conciencia, cosa que no sucede en el delirio psiquiátrico. En el delirium existe una desestructuración del pensamiento y de la percepción, así como del estado de ánimo.
El Delirio Separatista se llega por necesisdad se ve como la única salida para tapar el 3% o la corrupción de CIU

Los pacientes con delirio presentan alteraciones del contenido del pensamiento debido a interpretaciones falsas o distorsionadas de situaciones externas que han ocurrido en la realidad (por ejemplo, creer que hablan de uno porque en una biblioteca la gente habla en voz baja). En la esquizofrenia la interpretación de realidades externas es más inconexa y abigarrada (por ejemplo, creer que va a haber una invasión alienígena porque se ha visto un gato cruzando la calle).

Los principales temas de las ideas delirantes son:

  • De persecución o perjuicio (“todos me persiguen y me quieren hacer daño”).
  • De celos o celotipia (“mi pareja me engaña con todos”).
  • De atracción o erotomanía (“soy irresistible para todo el mundo”).
  • De grandeza o megalomanía (“soy una persona muy importante”).
  • De depresión (“todo lo que ocurre es culpa mía”).
  • De control o de influencia (“me quieren controlar el pensamiento”).
Asimismo, los pacientes con delirio por esquizofrenia o paranoia, por ejemplo, pueden presentar alucinaciones, que son percepciones sin objeto real que las cause, independientes de la voluntad del paciente y sin que éste las juzgue, es decir, está plenamente convencido de que lo que percibe es real. Las alucinaciones suelen ser auditivas (voces, comentarios) y a veces táctiles u olfativas; las alucinaciones visuales son más propias de los trastornos orgánicos