Alfonso XIII y Cambó, sigue aquel problema
Los que escribimos borradores imprecisos de la historia no tenemos la última palabra. Con frecuencia omitimos u olvidamos hechos que son clave para interpretar la realidad. La nueva documentación ofrece nuevos enfoques, valoraciones nuevas y percepciones inesperadas que el historiador saca del cofre de los silencios y los expone a la luz pública.
Los políticos saben que las memorias y autobiografías son elementos imprescindibles para construir la historia de su paso por la vida pública. Comenté un día con el expresident Pujol que los silencios en sus tres volúmenes autobiográficos, muy bien elaborados por Manuel Cuyàs, hagiógrafo en este caso, serían descubiertos en su día de la misma manera que los silencios de Cambó todavía merecen libros y aportaciones de historiadores.
El más reciente caso es el de Borja de Riquer, que nos ofrece una perspectiva inédita de las relaciones entre Alfonso XIII y el líder de la Lliga con nuevos documentos sobre las fricciones entre la monarquía y el catalanismo político en las tres primeras décadas del siglo pasado. Cambó no lo publicó en sus Memòries. Pero nuevas aportaciones van redondeando el relato incompleto escrito por el que, junto con Prat de la Riba, fue el político catalán más influyente de su tiempo.
Los problemas a los que tuvo que hacer frente Cambó pasaron ya entonces por el encaje de Catalunya en España. En dos ocasiones fue ministro del Rey y en una tercera, el 30 de noviembre de 1922, era el monarca quien le ofrecía la presidencia del gobierno bajo la condición de que tenía que abandonar el catalanismo, ir a vivir a Madrid y pensar con óptica española y no catalana. Alcalá Zamora, en 1918, se lo había formulado de otra manera recriminándole que quería ser al mismo tiempo el Bolívar de Catalunya y el Bismarck de España.
Problemas similares a los que vivimos hoy se arrastran desde que Valentí Almirall formulara el catalanismo como un intento de fortalecer el autogobierno de Catalunya y modernizar España, con aquel diagnóstico de que si España era el problema, Catalunya podía ser la solución, o el proyecto camboniano de “una Catalunya libre dentro de una España grande”.
El rey Alfonso XIII, al igual que la gran mayoría de gobernantes del Estado hasta hoy, no han aceptado la pluralidad real de España. Y este sigue siendo el problema en el orden económico, cultural y social. Cuenta Borja de Riquer que el desprecio del monarca por la renovación política que suponía la propuesta catalanista fue también, según Cambó, uno de los factores que provocaron la caída de la propia monarquía. El Rey y Cambó se despreciaban y se necesitaban. Al final, el mismo 14 de abril de 1931, ambos salieron de España, uno desde Cartagena hacia Italia y el otro en un tren expreso desde Madrid a París. Ninguno de los dos regresó. Y el problema sigue.
Los políticos saben que las memorias y autobiografías son elementos imprescindibles para construir la historia de su paso por la vida pública. Comenté un día con el expresident Pujol que los silencios en sus tres volúmenes autobiográficos, muy bien elaborados por Manuel Cuyàs, hagiógrafo en este caso, serían descubiertos en su día de la misma manera que los silencios de Cambó todavía merecen libros y aportaciones de historiadores.
El más reciente caso es el de Borja de Riquer, que nos ofrece una perspectiva inédita de las relaciones entre Alfonso XIII y el líder de la Lliga con nuevos documentos sobre las fricciones entre la monarquía y el catalanismo político en las tres primeras décadas del siglo pasado. Cambó no lo publicó en sus Memòries. Pero nuevas aportaciones van redondeando el relato incompleto escrito por el que, junto con Prat de la Riba, fue el político catalán más influyente de su tiempo.
Los problemas a los que tuvo que hacer frente Cambó pasaron ya entonces por el encaje de Catalunya en España. En dos ocasiones fue ministro del Rey y en una tercera, el 30 de noviembre de 1922, era el monarca quien le ofrecía la presidencia del gobierno bajo la condición de que tenía que abandonar el catalanismo, ir a vivir a Madrid y pensar con óptica española y no catalana. Alcalá Zamora, en 1918, se lo había formulado de otra manera recriminándole que quería ser al mismo tiempo el Bolívar de Catalunya y el Bismarck de España.
Problemas similares a los que vivimos hoy se arrastran desde que Valentí Almirall formulara el catalanismo como un intento de fortalecer el autogobierno de Catalunya y modernizar España, con aquel diagnóstico de que si España era el problema, Catalunya podía ser la solución, o el proyecto camboniano de “una Catalunya libre dentro de una España grande”.
El rey Alfonso XIII, al igual que la gran mayoría de gobernantes del Estado hasta hoy, no han aceptado la pluralidad real de España. Y este sigue siendo el problema en el orden económico, cultural y social. Cuenta Borja de Riquer que el desprecio del monarca por la renovación política que suponía la propuesta catalanista fue también, según Cambó, uno de los factores que provocaron la caída de la propia monarquía. El Rey y Cambó se despreciaban y se necesitaban. Al final, el mismo 14 de abril de 1931, ambos salieron de España, uno desde Cartagena hacia Italia y el otro en un tren expreso desde Madrid a París. Ninguno de los dos regresó. Y el problema sigue.
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