lunes, 18 de febrero de 2019

Badia y Dencas

Pero muchos hispanistas británicos de la segunda mitad del siglo XX no lo ven así. A menudo presentaron definiciones donde sí comparaban la doctrina de las Jerec con la creada por Mussolini en Italia. Gerald Brenan (1894-1987), por ejemplo, declaró que estas juventudes de ERC «eran fascismo catalán». Gabriel Jackson fue un poco más cauto y las calificó de «casi fascistas». Hugh Thomas, fallecido en 2017, utilizaría el término «semi-fascistas», pero subrayando que las guerrillas de las Jerec estaban, efectivamente, «moldeadas según la milicia fascista». Mientras que la historiadora María Dolores Ivern y Salvá concluyó más recientemente que estas tuvieron «algunas características propias de una organización o partido fascista, pero sin llegar a serlo estrictamente».
En aquel momento, José Dencás gozaba de gran respeto en el ámbito político de Cataluña y las acusaciones de fascismo no le debilitaron. Es más, su carrera siguió en ascenso. En enero de 1934 fue nombrado consejero de Sanidad y Asistencia Social de la Generalitat y, en octubre, alcanzó la cima de su poder al hacerse cargo de la seguridad y las fuerzas de Policía de la Generalitat. En ese cargo estaba cuando se produjo el famoso pronunciamiento de Lluís Companys. Y Badía, por su parte, fue nombrado comisario de Orden Público, donde era propenso a interrogar él mismo a los detenidos mediante palizas, amenazas o reclusiones forzadas. Llegó a arrestar al fiscal de la Audiencia de Barcelona sin mandato judicial, lo que causó su destitución por parte del presidente de la Generalitat, aunque poco después lo repusiera en el cargo. Todo ello, mientras algunos escamots eran integrados en el Somatén, la institución catalana de carácter parapolicial y armada. «El binomio Dencás-Badía instauró, en 1934, un aparato de represión y persecución obrera y anticenetista que usaba métodos fascistas y racistas», señalaba a ABC, en mayo del año pasado, el historiador Agustín Guillamón.

El final de Dencás y Badía

El hispanista Stanley G. Payne defendía recientemente que el nacionalismo catalán ha funcionado casi siempre dentro de un contexto liberal y generalmente democrático. El autor de «Historia del fascismo, 1941-1945» (Planeta, 1995) cree que en eso se diferencia de la mayoría de los nacionalismos europeos que, desde la segunda mitad del siglo XIX, han tendido a deslizarse hacia la derecha, llegando a su expresión más extrema en los fascismos alemán e italiano de las décadas de 1920 y 1930. Pero añadía después que las Jerec serían la excepción a dicha afirmación.
El final de Dencás y Badía se produjo el 6 de octubre de 1934, cuando Companys se asomó al balcón de la plaza de Sant Jaume y grita para decir aquello de: «En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña (...). Y proclamo el Estado catalán en la República federal española». Cuando el president fue detenido y encarcelado, ambos no hicieron nada por evitarlo. Se dice que, incluso, huyeron del Palau por las alcantarillas, vestidos de mujer, para luego marcharse al exilio.
En mayo de 1936, las Jerec experimentaron una fuga de miembros al nuevo grupo juvenil Joventut d'Estat Català. Fue perdiendo importancia hasta que, en 1937, ya iniciada la Guerra Civil, se unió con otras organizaciones políticas de acción catalanistas en el llamado Front de la Joventut. Comenzada la dictadura de Franco, su presencia fue prácticamente insignificante en comparación con el nuevo Frente Nacional de Cataluña. Y los intentos por reflotarla en 1945, fueron testimoniales.

martes, 18 de septiembre de 2018

Almacenes Simeón

Almacenes Simeón

En 1931, el imperio fundado por Simeón García seis décadas atrás se hallaba en plena expansión. Sus herederos habían conquistado las principales ciudades gallegas y ocupado plazas exteriores como Oviedo, Santander, Madrid o Bilbao.


A Vigo llegó la primera avanzadilla en 1885, enrolada como socio comanditario en la firma Castro y Compañía, y se consolidó en 1911 con la apertura de su emblemático establecimiento de la Porta do Sol. Un palacio comercial que ahora contemplan, maravillados, don Néstor y doña Clotilde.
En cuanto traspasan la puerta del Hotel Moderno donde se alojan, los dos indianos evalúan la transformación experimentada por el espacio urbano en sus treinta años de ausencia. Sigue en pie el edificio que alberga a La Villa de París, pero ahora flanqueado por otras magníficas edificaciones. A un lado, un repóquer de casonas que incluye los edificios de Pardo Labarta y la casa de Ledo. Y del otro, apenas separado de La Villa de París por la angosta calle del Doctor Cadaval, el majestuoso edificio de los Almacenes Simeón. Un conjunto de siete joyas arquitectónicas, diseñadas todas ellas por Jenaro de la Fuente Domínguez, con la salvedad parcial del edificio Simeón, proyectado por los hermanos Benito y Manuel Gómez Román, pero ampliado y remozado en 1930 también por Jenaro de la Fuente.
ATMÓSFERA PARISINA
En la Porta do Sol se respiran aires parisinos. La huella francesa se percibe en el estilo ecléctico de las edificaciones, pero se hace aún más evidente en la nomenclatura de los establecimientos comerciales que se apiñan en la plaza. Además de La Villa de París, abundan los nombres de origen galo: los almacenes Maison de Blanc, el hostal Petit Fornos, la tienda de alta costura El Louvre o el salón de belleza La Maison de la Coiffure, donde un cartel anuncia que «on parle français».
Impronta francesa también en los Almacenes Simeón, como constatan don Néstor y doña Clotilde en cuanto penetran en la «catedral del comercio gallego», definición que aquellos días les adjudicaba El Pueblo Gallego. Al matrimonio lo recibe el gerente del establecimiento, Darío Sáez Sáenz-Díez, afable guía ligado a la casa desde que su hermano Acisclo contrajo matrimonio con una hija del fundador del imperio. El encuentro tiene lugar en el imponente salón de la entrada, abrazado en su parte superior por galerías ribeteadas con artísticas barandillas. Toda la decoración, forjada en espléndidas cristalerías y madera de roble y caoba, recuerda «un estilo afrancesado, Luis XIV», dice la prensa. Haces de luz, disparados por varios proyectores hacia la techumbre, resaltaban la magnificencia del local. El refinamiento del comercio, dice el anfitrión y asienten los visitantes, no le va a la zaga del que hacen gala los almacenes El Siglo, de Barcelona, o Printemps, de París.
Barcelona y Alcoy son los principales centros proveedores de telas para los Almacenes Simeón, pero la casa se surte también en Mánchester, Londres, La Rioja y diversas zonas de Francia. Tenemos, se jacta Sáez, «lo mejor de cada nación».
Dispone el establecimiento vigués de noventa empleados -el grupo cuenta, a esas alturas, con una plantilla de casi un millar de personas-, que en ese momento se afanan en atender a un grupo de ingenieros japoneses, interesados en el funcionamiento de una máquina. Estalla entonces una carcajada general y Darío Sáez, solícito, explica a don Néstor y a doña Clotilde lo que acaba de suceder: «Dice uno de los ingenieros, con la sobriedad expresiva de un inglés, que ha sentido tentación de preguntar a una de las máquinas hiladoras: ¿No siente usted fatigado su cerebro por su complicada labor?».
EL FUNDADOR DEL IMPERIO
Ahora son los indianos quienes se interesan por conocer la maquinaria humana que gestó el imperio. La génesis del grupo, explica Darío Sáez, tiene nombre propio: el de Simeón García Olalla de la Riva. Procedía de la villa riojana de Ortigosa de Cameros y llegó a Santiago de Compostela en 1835 a trabajar de dependiente. Tenía doce años de edad. Al cumplir los veintidós había ahorrado 13.000 reales y entraba como socio minoritario en la firma Jorge de la Riva y García, dedicada a la comercialización de productos textiles al por mayor. Dos décadas después se convirtió en propietario único de la compañía.
En 1872, junto con dos empleados, constituye la empresa matriz del futuro emporio. Nace Simeón García y Compañía, con sede en Santiago de Compostela, que tiene por objeto social «la compra y venta de toda clase de tejidos del Reino y extranjeros». Comienza la conquista de la Galicia urbana, siguiendo una estrategia que pasa por establecer en cada ciudad alianzas con los empresarios locales: Ourense (1879), Vilagarcía (1882), A Coruña (1884)... En 1885, tres años antes de su muerte, Simeón García coloca un pie en Vigo y se convierte en socio comanditario de la firma Castro y Compañía. El fundador fallece a los 65 años, pero la expansión continúa. Primero su viuda, Juana Blanco Navarrete, y después sus hijos -Jacobo, Manuel, Timoteo e Isabel-, capitanean nuevas incursiones por el territorio español: Oviedo, Santander, Ferrol, Pontevedra, Lugo, Madrid, Sarria, Bilbao...
LA CATEDRAL DEL COMERCIO
A la conquista de Vigo destina Hijos de Simeón García a uno de sus generales más avezados: Acisclo Sáez Sáenz-Díez. También camerano y yerno del fundador, se propone crear, con el concurso de sus hermanos, los primeros grandes almacenes de la ciudad olívica. Adquieren para tal fin el teatro Rosalía de Castro, que atravesaba graves dificultades financieras, pero desisten del empeño ante el revuelo causado en la ciudad. Revenden el inmueble al filántropo José García Barbón y, a cambio, el Ayuntamiento les proporciona un terreno en la Porta do Sol. Y será en este solar, antes escenario del tradicional mercado que don Néstor y doña Clotilde retienen en la memoria, donde se pusieron los cimientos de la «catedral del comercio gallego». Un templo que, a decir de El Pueblo Gallego, ofrece todo «cuanto pueda adquirirse en la opulencia parisina o neoyorquina», incluidas pieles raras, encajes que semejan bordados de espuma, damascos orientales o telas fastuosas de novísima creación.

La Familia García Nieto Cede La Calle al Ayuntamiento

El callejero de Barcelona cuenta desde 1890 con una céntrica vía dedicada a Ortigosa

VÍCTOR SOTO
La respuesta se haya en el lejano final del siglo XIX cuando lo que hoy es una calle no era mas que un terreno sin urbanizar. En ese lugar se quería construir un acceso a la recién creada Vía Layetana. El terreno pertenecía a una opulenta familia que cedió la propiedad tras una negociación que incluyo el que la nueva calle fuera bautizada con un nombre escogido por la familia.

Esa costumbre era muy habitual en la época, lo que lleno el nomenclátor con numerosos apellidos sin relevancia histórica. El caso que nos ocupa fue diferente, los propietarios eran la viuda e hijos del dueño del Banco Simeón (Hoy Caixa Geral) un empresario textil llamado Simeón Gárcia de la Riva, fallecido en 1889 al que su familia decidió homenajear poniendo el nombre del pueblo en el que había nacido, consiguiendo así que la 
Logroño. Al lujoso Palacio de la Música de Barcelona (el 'Palau' o el 'Orfeó', en catalán) se llegaba durante muchos años tras atravesar Cameros. No era la sierra riojana, ni mucho menos, sino una pequeña y céntrica vía que rodeaba el centro de los placeres mundanos de la pudiente burguesía catalana. La calle desembocaba, al norte, en la de Ortigosa, dejando dos portales ubicados en la confluencia de Ortigosa y Cameros. Demasiadas casualidades para un callejero tan estructurado como el de Barcelona.
Pero todo tiene su explicación. En 1890, en pleno desarrollo urbano de la ciudad condal, el Ayuntamiento necesitaba unos terrenos para dar paso a la recién construida vía Layetana y a la calle Trafalgar. Y esos predios pertenecían a la familia de Simeón García de Olalla y de la Riva (él omitía siempre su primer apellido), un ortigosano que había fallecido el año anterior.



A los 12 años, en 1845, García de la Riva había emigrado a Galicia desde su Ortigosa natal. Santiago de Compostela era, en esa época, imán para cameranos que se convirtieron en los motores de la industria y la economía de la región. Acogido por unos familiares, comenzó a trabajar en un comercio de la ciudad. Pero sus inquietudes saltaron pronto el mostrador. A los 22 años, tras el fallecimiento de su hermano Timoteo y con el dinero ahorrado después de mucho esfuerzo, entró a formar parte de la compañía Jorge de la Riva y García, sociedad dedicada a la compra de géneros textiles. Fue el primer paso de una larga carrera. Simeón García arriesgó en momentos difíciles y, en 1866, se hizo con todo el negocio, como recoge la investigadora María Jesús Facal en 'Los orígenes del Banco Simeón'.
El negocio de paños compostelano fue creciendo y abriéndose a toda Galicia, bajo la batuta del ortigosano, siempre dispuesto a innovar y a asociarse con más empresarios para avivar la llama del comercio. Así, las ramas del negocio comienzan a llegar a Alcoy y, hacia Barcelona, en 1877. Pero, al mismo tiempo, el riojano también fue dando forma a una banca privada, algo común a finales del siglo XIX. Simeón García de la Riva y su esposa, Juana Blanco Navarrete, habían empezado un negocio que iba a prolongarse más de un siglo, sumando generaciones (hasta cinco) y diversificando riesgos. Ya no sólo se trataba de vender paños, fabricarlos o exportarlos, ni de recibir y prestar dinero. También entraron en el mundo de la alimentación, el agua, la hostelería, la venta al por menor...
Negocios múltiples
Juana Blanco, a la muerte de su marido, se puso junto a sus hijos al frente de los negocios (múltiples y casi siempre con distintos asociados, muchos de ellos también de origen riojano como había sido Jorge de la Riva o catalanes, como José Nieto). Los Almacenes Simeón de Madrid se abrieron en 1923 convirtiéndose en el primer negocio de ese tipo en España, copiando modelos anglosajones. Bajo ese nombre, pero años después, llegarían a Logroño, donde perduraron en la calle Portales hasta 1986 aportando elitismo a una ciudad de provincias. También el Banco Simeón, después de un imponente desarrollo, acabó en el Banco Exterior después de la intervención de la empresa matriz Hijos de Simeón García.
Fueron los estertores de una empresa centenaria y que siempre mantuvo una enorme devoción por su creador, un hombre avezado para los negocios y solidario con sus vecinos de Ortigosa, tierra que añoraba. Esa querencia fue la que, en 1890, llevó a su esposa y a sus hijos a acordar, tras una dura negociación, a incluir la cláusula de 'bautismo' de las calles en el contrato de cesión de los terrenos. El Ayuntamiento de Barcelona aceptó. Una se llamaría Ortigosa de Cameros (el Consistorio decidió recortarlo a Ortigosa) y la otra, Cameros.
El compromiso se rompió en 1940 cuando la Corporación surgida del franquismo sustituyó el nombre de la sierra por el del músico catalán Amadeo Vives, autor de zarzuelas como Doña Francisquita, lo que no sentó nada bien a la familia García. Pero protestar no estaba permitido.
Pese a todo, 126 años después, Ortigosa sigue luciendo en el callejero barcelonés y exhibiendo en sus aceras algunos retales de la historia industrial de la ciudad, como los preciosos almacenes modernistas de Serra Balet o los detalles del vuelo del zepelín Graf sobre Barcelona, en 1929, un relieve obra de Sixte Illescas. Guiños de una historia construida por el amor de un emigrante hacia su pueblo.
La calle Ortigosa se encuentra en un lugar privilegiado. Esta a tan solo unos metros de las plazas de Catalunya y Urquinaona y a unos pasos del famoso Palau de la Música . El nombre de la calle proviene de Ortigosa de Cameros, una localidad riojana que apenas supera los trescientos lugareños y que no llegaba a los 30 habitantes censados cuando recibió el homenaje callejero en 1890.
Ortigosa de Cameros se localiza en un enclave rodeado de montes al sur de la provincia de Logroño. Tiene una presa que data de los tiempos de la II República y unas cuevas con grutas espectaculares. A diferencia de otras localidades pequeñas del nomenclator como Caspe, Vergara o Bailen carece de hechos relevantes históricos, así que cuesta de imaginar que llevó a una población tan pequeña a tener una situación tan privilegiada en el callejero barcelonés.

sábado, 25 de agosto de 2018

SMITH Limitar la Función del Estado

La función que el Estado ha cumplido frente a la comunidad y al sistema ha sido histórica1 , marcada siempre por su mayor o menor grado de injerencia en la vida privada de los hombres. Interventor o no interventor. Para Adam Smith lo fundamental es que el Estado no intervenga en la economía, solo que cumpla sus cometidos esenciales de defensa, seguridad y justicia, y excepcionalmente la construcción de las grandes obras públicas. Es la idea de la doctrina liberal clásica, de la que uno de sus fundadores es precisamente el escosés. Para precisar, “… por liberalismo se entiende una determinada concepción del Estado, la concepción según la cual el Estado tiene poderes y funciones limitados, y como tal se contrapone tanto al Estado absoluto como al Estado que hoy llamamos social…”2 . El papel liviano que Smith le atribuye al Soberano3 , para que una sociedad esté bien gobernada y sus miembros ejerzan plenamente su libertad natural, indiscutiblemente es la base fundamental del desarrollo integral del liberalismo económico a ultranza, como él lo expone, pero no de la persona como ser humano que tiene sus propias condiciones, convicciones y que busca realizaciones particulares. Es contundente y clara la postura teórica de Smith: las tareas básicas del Estado, para que se combine el buen gobierno y la libertad natural, son, en su orden, la guarda de las fronteras, seguridad interior y la justicia, y la construcción de las grandes obras públicas, que 

viernes, 24 de agosto de 2018

El Hombre en Busca de su Interes

 Adam Smith es un científico escocés (1723-1790), profesor de lógica y filosofía moral, producto del Siglo de las Luces, inspirado en gran parte en Anne Robert Jacques Turgot (conocido sencillamente como Turgot), ministro de Luis XVI, de quien recibió copia de la “Memoria concerniente a los impuestos”, fuente básica para el conocimiento de la historia fiscal del siglo XVIII. Su más importante obra, “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, fue publicada en 1776, revolucionando la economía política. De ella tomamos lo que consideramos su idea acerca de una sociedad bien gobernada. A las ideas smithianas, ejecutadas a través de Pitt, ejerciendo como ministro, quien se proclamó su discípulo, se debe el Tratado de Eden, conocido como el primer tratado de libre comercio, celebrado entre Inglaterra y Francia en 1786. En el texto de Smith se hallan principios económicos, jurídicos, éticos, teológicos y naturalmente políticos, de ahí su importancia en general para las ciencias sociales.
Adam Smith, padre del liberalismo económico, atribuyó un papel liviano al Soberano, para que una sociedad estuviera bien gobernada y sus integrantes ejercieran plenamente su libertad natural; sin embargo, tal papel solo fue fundamento del desarrollo del liberalismo económico, pero no de la persona.
 La postura teórica de Smith, sobre el rol que el Estado debe cumplir se resume en que el Soberano únicamente tiene a su cargo tres importantes deberes:
 i) defender la sociedad contra la violencia e invasión de otras sociedades independientes.
 ii) proteger en lo posible a cada uno de los miembros de la sociedad de la violencia y de la opresión de que pudiera ser víctima por parte de otros individuos de esa misma sociedad, y
iii) erigir y mantener ciertas obras y establecimientos públicos, que no son de interés económico para los miembros de la sociedad política. Lo demás corresponderá al agente económico.

Smith propone como fuerza especial propulsora del sistema una ‘mano invisible’ que regulará el sistema. Sin embargo, creemos que este papel ‘neutro’ y liviano del Estado, sirvió para la consolidación del sistema capitalista como tal, en cuanto propició las condiciones de explotación y expoliación de la fuerza de trabajo, pero sin lograr perpetuarse en su frugalidad. Tampoco, naturalmente, sirvió para el Derecho y Realidad 316 crecimiento humano integral, tal como desde el siglo XVII lo evidenció Marx en El Capital, al afirmar que la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza

El filósofo moral escocés del siglo XVIII, Adam Smith

El filósofo moral escocés del siglo XVIII, Adam Smith, es conocido como el “padre de la economía” y como una figura central del liberalismo clásico. A Smith se le conoce por su abogacía de mercados libres, pero también veía un papel importante para el gobierno en la sociedad, proponiendo que este fuera limitado.
A Smith se le conoce por su abogacía de mercados libres, pero también veía un papel importante para el gobierno en la sociedad, proponiendo que este fuera limitado. Smith famosamente puntualizó sobre lo que llamó los deberes legítimos del soberano en una sociedad liberal, que hoy entenderíamos como las funciones del gobierno, que para él eran tres. “El primer deber del soberano”, dice Smith, “es proteger a la sociedad de la violencia y la invasión de otras sociedades”. Traducido al lenguaje burocrático moderno, este sería el Ministerio de la Defensa Nacional. Esta función de gobierno es casi universalmente aceptada, aún por los de pensamiento muy liberal. “El segundo deber del soberano, es aquel de proteger, hasta donde sea posible, a cada miembro de la sociedad, de la injusticia y opresión de todo otro miembro de ella, o el deber de establecer un sistema exacto de administración de justicia”. Esto sería la policía, Ministerio Público y los tribunales de justicia. Esta función, el monopolio de la violencia y coerción en aras del orden y la administración de justicia es prácticamente de aceptación universal.
“El tercer y último deber del soberano o mancomunidad es erigir y mantener aquellas instituciones y obras públicas, que aun cuando puedan ser en el más alto grado ventajosas para una gran sociedad, son, sin embargo, de tal naturaleza, que la ganancia nunca podría pagar el gasto a ningún individuo, o pequeño número de individuos; y que, por tanto, no puede esperarse que algún individuo o pequeño número de individuos pudiera erigir o mantener”. En este tercer deber del soberano, Smith abre una puerta por la que podrían entrar muchas actividades de gobierno y representa, para muchos estudiosos, un “problema” para sus credenciales liberales. Sin embargo, Smith ofrece varios ejemplos y resalta tres categorías: infraestructura —especialmente la construcción de puertos, puentes y carreteras—, la educación de la juventud y la educación de personas de todas edades. Siguiendo el razonamiento de La Riqueza de las Naciones, Smith estaría de acuerdo con algún sistema de salud pública, pero no necesariamente indicaría que estas categorías debieran ser provistas de manera gratuita por el Estado.
Qué distante se está hoy de la visión de Smith, en el mundo moderno en el que se espera que el gobierno provea toda clase de servicios y beneficios, que no sería problema si no fuera porque solo puede hacerse a costa de confiscar una creciente proporción del ingreso de las personas, reducir su libertad y aumentar el poder coercitivo del Estado. Smith contemplaba un gobierno fuerte, estricto, eficiente y especializado en sus funciones. Es justo preguntarse si la visión de Smith alcanza para la complejidad de la sociedad moderna, como quizás lo es también cuestionar si el gobierno moderno no se ha distanciado demasiado de esta visión.
En gran parte, el problema de la extralimitación del Gobierno y del gasto público es un fenómeno inherente a la democracia representativa de mayorías simples, donde el poder se nutre y crece por la vía del clientelismo político. Raramente se plantean preguntas esenciales como: ¿es productivo el gasto público o, qué significa la productividad del gasto público? Tristemente, no se cuenta con métricas claras y adecuadas para responder a estas preguntas.
Recomiendo la lectura de Adam Smith, edificante para todas las edades y aplicable a todos los tiempos.

martes, 14 de agosto de 2018

Jordi Pujol i Soley, presidente de la Generalitat de Cataluña desde 1980, nació en Barcelona el 9 de junio de 1930

Jordi Pujol i Soley, presidente de la Generalitat de Cataluña desde 1980, nació en Barcelona el 9 de junio de 1930. Se autodefine políticamente como un nacionalista catalán que cree en un modelo de democracia socialmente avanzada, al estilo de las de Europa occidental. Está casado desde 1956 con Marta Ferrusola i Lladós.
Cursó Medicina aunque no sentía una vocación especial. Al iniciar la carrera se puso en contacto con la institución cristiana Torres y Bages, que agrupaba a jóvenes nacionalistas e hizo labor de apostolado en los barrios periféricos de la ciudad cuando tenía 20 años. Participó, por iniciativa de Raimon Gali, en la creación de la institución católica «Catolics Catalans».
La primera actividad profesional de Pujol fue en los laboratorios farmacéuticos Fides Cuatrecases. La lectura de los libros ‘El sentiment de la patria’, de Maragall, y ‘Elogi de Catalunya’, de Valles y Pujals, despiertan su fervor catalanista. En 1956 participó en la huelga de tranvías de Barcelona y en la destitución del presidente de ‘La Vanguardia’, Luis de Galinsoga, cuyas declaraciones anticatalanistas provocaron gran indignación.
El 19 de mayo de 1960, el actual presidente de la Generalitat fue uno de los protagonistas del incidente del Palacio de la Música al interrumpir un concierto, al que asistían varios ministros, e iniciar con parte del público el prohibido ‘Cant de la senyera’ de Maragall. Un consejo de guerra le sentenció a siete años de prisión, de los que, beneficiado por varios indultos, sólo cumplió dos años y ocho meses en la cárcel de Zaragoza y ocho meses de confinamiento en Gerona.
A comienzos de los 60, Pujol fundó con otros financieros la Banca Catalana. Posteriormente, se lanzó a la creación del Banco Industrial de Cataluña y formó un Instituto de Estudios que analizó cuestiones de economía, cultura, aspectos sociales y de convivencia.
Con el lema «fer pais» emprendió una serie de actividades culturales, sociales, políticas y de resistencia en pro de la defensa de los valores e intereses catalanes.
Además, Jordi Pujol estuvo vinculado con otras empresas. En enero de 1977, coinciendo con la convocatoria de las elecciones constituyentes, dimitió de los cargos ejecutivos de sus empresas para dedicarse íntegramente a la política.
En noviembre de ese mismo año pronunció una conferencia en el Colegio de Abogados de Barcelona sobre el momento político español, que tuvo gran repercusión nacional. En las elecciones legislativas del 15 de junio de 1977, fue elegido diputado por Barcelona, donde trabajó al frente de su grupo parlamentario Minoría Catalana y fue vicepresidente de la Comisión de Defensa.
El primer triunfo
Volvió a ser elegido diputado en las elecciones generales del 1 de marzo de 1979, pero abandonó su escaño de diputado, en 1980, para presentarse como candidato a la presidencia de la Generalitat de Convergencia a las elecciones al Parlamento Catalán en las que obtuvo el triunfo. Jordi Pujol fue nombrado presidente de la Generalitat el 28 de abril de 1980, cargo en el que tomó posesión el 8 de mayo de ese año.
En el programa que Pujol hizo público con motivo de las elecciones destacó la importancia de la lucha contra el paro proponiendo una adecuada distribución del fondo del paro y de los fondos de ocupación. Dedicó especial atención a las empresas viables y la necesidad de dar soporte moral a la empresa y al empresario, indicando que era mayor el paro que se producía por cierre que por reconversión.
En enero y octubre de 1983 se entrevistó en Madrid con Felipe Gónzalez, presidente del Gobierno, con el que llegó a un principio de acuerdo institucional para desbloquear el tema de sobrevaloración en las transferencias autonómicas a Cataluña.
El 29 de abril de 1984, Convergencia y Unio, CiU, coalición que lidera Jordi Pujol, ganó las elecciones al Parlamento catalán, con el 46,6% de los votos, con lo que se aseguró de nuevo la presidencia de la Generalitat.
El 19 de mayo de 1984 se anunció la querella contra antiguos responsables de Banca Catalana, entre ellos Jordi Pujol, por los presuntos delitos de apropiación indebida y de falsedad en documento mercantil. El 14 de marzo de 1990 la Sección Segunda de la Audiencia de Barcelona decretó el sobreseimiento definitivo del sumario abierto en 1984, tras ser resuelto un recurso de súplica presentado por los fiscales encargados del caso.
El 3 de abril de 1988, Pujol firmó el decreto de disolución del Parlamento catalán y la convocatoria de nuevas elecciones para el 29 de mayo, a las que se presentó de nuevo al frente de CiU, y en las que resultó de nuevo elegido presidente de la Generalitat con una amplia mayoría de los votos.
El 29 de enero de 1989 fue elegido presidente del partido Convergencia Democrática, en sustitución de Ramón Trías, durante el VIII Congreso del partido. Concurrió a las elecciones autonómicas del 15 de marzo de 1992 como cabeza de lista por CiU, coalición integrada por el CDC y Unión Democrática de Catalunya, UDC, en las que revalidó, por cuarta vez, la mayoría parlamentaria al conseguir 71 escaños de los 135 que componen el Parlamento catalán.
Una carrera en ascenso
El 3 de julio de 1992, fue nombrado presidente de la Asamblea de Regiones de Europa (ARE), al conseguir la mayoría absoluta, con 104 votos de los 207 emitidos, frente a los 31 de Manuel Fraga y los 72 de la francesa Marie Christine Blandin. En el IX congreso de CDC, el 18 de octubre de 1992, Jordi Pujol asumió los cargos de presidente y de secretario general de la agrupación ante la dimisión de Miguel Roca.
En las elecciones generales celebradas el 6 de junio de 1993, la coalición CIU obtuvo 18 diputados, por lo que se convirtió en una fuerza importante de apoyo a la mayoría relativa del PSOE.
En la investidura de Felipe González como presidente, la agrupación catalana emitió su voto favorable al candidato socialista. No obstante, desde CiU se ofreció apoyo y confianza hacia el PSOE, pero no coalición. Desde el gobierno autónomo de la Generalitat se iniciaron las peticiones de cesión del 15% del IRPF a las comunidades autónomas, que se consiguió el 7 de octubre de ese año.
El año 1994 fue especialmente intenso y complejo para Jordi Pujol tanto en la política española, donde su apoyo al gobierno socialista fue fundamental para su continuidad, como en Cataluña donde los casos de corrupción dañaron la imagen del ejecutivo catalán.
Pujol cumplió los 15 años al frente de la Generalitat, en mayo de 1995, convertido en uno de los políticos españoles más influyentes, en árbitro de la política nacional y, con 17 representantes de CiU en el Congreso de los Diputados, en el soporte del gobierno socialista.
En las eleccionesd autonómicas de 1995, CiU perdió cinco puntos y 10 diputados con respecto a los anteriores comicios autonómicos. A pesar de los resultados obtenidos, Jordi Pujol consiguió ser investido.
El año 1996 estuvo marcado por las elecciones generales de marzo, en las que CiU consiguió 16 diputados, el cambio de gobierno y el necesario pacto de gobernabilidad entre Pujol y Aznar. Pujol afirmó que este acuerdo iba más allá de los compromisos conseguidos con el PSOE en materia autonómica. Aseguró que representaba un progreso en la mejora de la financiación de las comunidades con la cesión del 30 % del IRPF y afianzaba también el proceso de normalización lingüística y el despliegue de la policía autonómica.

Sin embargo, estas relaciones pasaron por momentos de cierta tensión: en noviembre de 1996, Pujol aprovechó la clausura del X congreso de Convergencia Democrática, donde fue reelegido presidente del partido con el 94,4 % de los votos, para tratar de recomponer las entonces maltrechas relaciones con el PP.