El Estatuto de autonomía de Cataluña de 1932, también conocido como Estatuto de Nuria, fue una ley española aprobada durante el primer bienio de la Segunda República Española que otorgaba a Cataluña por primera vez un Estatuto de Autonomía que le permitía tener un gobierno y un parlamento propios, y ejercer determinadas competencias. De esta forma Cataluña conseguía lo que no obtuvo durante la campaña autonomista catalana de 1918-1919 durante la cual se llegó a presentar en las Cortes de la Monarquía de Alfonso XIII un proyecto de Estatuto que no se llegó ni siquiera a discutir.
domingo, 29 de enero de 2017
14 de Abril de 1931
Este jueves se conmemora una de las efemérides más importantes de la historia contemporánea de España, la proclamación de la Segunda República Española. ¿Qué sucedió exactamente el 14 de abril de 1931? Primero hay que contextualizar los hechos.
En enero de 1930, Primo de Rivera puso fin a su dictadura y el rey Alfonso XIII encargó al general Dámaso Berenguer la formación de un Gobierno que devolviese progresivamente al Estado a la senda constitucional, periodo que se conoció como la 'dictablanda'. Este fracasó en su intento, puesto que no consiguió implantar en su totalidad la Constitución de 1876 y tampoco logró convocar elecciones. En diciembre de 1930 se produce la sublevación de Jaca, dirigida por los capitanes Galán y García Hernández, dos militares republicanos que fueron ejecutados tras los hechos. La ineptitud de Berenguer para cumplir su cometido llevó a que fuese destituido, y el rey encargó la formación de un nuevo Gobierno al almirante Juan Bautista Aznar el 18 de febrero de 1931.
El gobierno de Aznar estuvo formado por antiguos miembros de los partidos dinásticos (Liberal y Conservador), y su objetivo era la convocatoria de comicios. Así, se convocaron elecciones municipales para el domingo 12 de abril, que fueron vistas por la oposición republicana como un plebiscito entre república y monarquía.
Las elecciones tuvieron un resultado negativo para la monarquía. Las candidaturas republicanas se hicieron con el control de 41 capitales de provincia, llevándose la victoria principalmente en las zonas urbanas del país, mientras que listas monárquicas se hacían con el control de las zonas rurales.
BARCELONA: MACIÀ PROCLAMA EL ESTAT CATALÀ
El 14 de abril fue un día histórico en Barcelona. La candidatura de Esquerra Republicana se había hecho con el consistorio: de los 50 concejales de la ciudad, 38 eran republicanos y 12 pertenecían a la candidatura monárquica. Aquella mañana comienzan a circular los primeros rumores sobre la abdicación de Alfonso XIII y la proclamación de la república en otras ciudades españolas.
A las once de la mañana llega la noticia de que en Zaragoza se había convocado una huelga general y se había proclamado la república. Una manifestación espontánea recorre la Rambla, las fuerzas de seguridad no lograron disolverla y los manifestantes se dirigieron hacia la plaza de Sant Jaume, donde la gente se agolpaba esperando la llegada del nuevo Gobierno municipal.
A mediodía llegó Lluís Companys al ayuntamiento seguido de los concejales electos de ERC para pedir al alcalde accidental, Antoni Martínez i Domingo (Lliga Regionalista), que entregase la alcaldía respetando los resultados. Martínez i Domingo lo hizo y abandonó el ayuntamiento. Inmediatamente después, se izó la bandera republicana en el Ayuntamiento de Barcelona.
A las dos de la tarde llegó Francesc Macià al Palau de la Generalitat, donde realizó la famosa proclama del Estat Català dentro de la Federación Ibérica, con una plaza de Sant Jaume llena hasta los topes. Las autoridades anteriores protestaron por los sucesos, pero no pudieron evitar la puesta en marcha del nuevo orden.
Durante el día se produjeron algunos incidentes violentos y manifestaciones espontáneas. Uno de los hechos más destacados de aquel día fue la liberación de los presos de la Modelo. Por la tarde un nutrido grupo de manifestantes se dirigió al edificio para abrir las puertas a los presos y quemar los archivos, ante la pasiva mirada de la Guardia Civil.
MADRID: GOBIERNO PROVISIONAL DE LA REPÚBLICA
Los primeros datos del escrutinio de las elecciones municipales del 12 de abril en toda España comenzaron a aparecer el lunes 13. El resultado era rotundo: en 41 capitales de provincia habían vencido las candidaturas republicanas. En Madrid salieron elegidos 30 concejales republicanos, frente a 20 monárquicos.
El 'Heraldo de Madrid' informaba el 13 de abril de que, durante la tarde del día anterior, la gente estaba ansiosa esperando los resultados, y de la crisis política que habían traído éstos. Durante el mismo día, comenzaron a circular cantidad de informaciones confusas, sobre posibles levantamientos militares, la inminente abdicación de Alfonso XIII e incluso la proclamación de la República en otras ciudades del país.
El Gobierno pasó el 13 de abril reunido buscando soluciones para la situación de crisis en la que se veía sumido el régimen monárquico. Durante la noche comenzó a circular el rumor de que el rey se dirigía a la frontera, las masas salieron a la calle y se formó una concentración en la Puerta del Sol. Alfonso XIII, ante estos sucesos, pidió al ministro de gobernación, Mariano Marfil, que disolviera la concentración, pero este le respondió que no era posible. El rey aún no había abandonado el país, pero en aquel momento la decisión de exiliarse parecía tomar forma.
![](https://estaticos.elperiodico.com/resources/jpg/7/3/republica-espanola-1460630070037.jpg)
Durante la mañana del 14 de abril, el conde de Romanones, que era ministro de Estado, se reunió con el republicano Niceto Alcalá-Zamora para buscar una solución que permitiera sobrevivir a la monarquía. En la entrevista se barajó la abdicación del rey en favor del príncipe de Asturias, Alfonso. Alcalá-Zamora advirtió a Romanones de que el rey debía abandonar el país antes de la madrugada para evitar una escalada de violencia.
A mediodía llegaron las primeras noticias de la proclamación de la República en Eibar (Guipúzcoa), y de la proclamación del Estat Català que Francesc Macià había hecho desde el balcón de la Generalitat en Barcelona. A primera hora de la tarde se izaron las primeras banderas tricolores en Madrid y la gente salió a la calle dirigiéndose a la Puerta del Sol. Otros se encaminaron hacia el Palacio de Oriente pero fueron desviados por un cordón de militantes socialistas que impedían el acceso al edificio para evitar incidentes. El comité revolucionario integrado por republicanos y socialistas se dirigió a la Puerta del Sol, donde se constituyó el Gobierno provisional de la República Española, designando a Niceto Alcalá-Zamora como presidente.
Mientras se constituía el nuevo Gobierno republicano, y las masas celebraban en las calles la nueva era, el rey se despedía de la corte, y a las ocho de la tarde del día 14 emprendía la marcha hacía el exilio. Tras un viaje en coche hasta Cartagena, abandonó el país en el crucero 'Príncipe de Asturias' dirección a Marsella.
MOVILIZACIÓN ESPONTANEA
Los hechos sucedidos el 14 de abril fueron espontáneos, desencadenados por rumores derivados del fervor popular en las principales ciudades españolas. La primera ciudad que proclamó la república fue Eibar, a las 6 de la mañana de aquel 14 de abril, y tras ella se fueron sumando poco a poco el resto de núcleos.
La Segunda República no llegó por un alzamiento militar, ni siquiera por una revolución organizada: fue la consecuencia de una movilización popular en un momento en que la monarquía había perdido su base social y parte del apoyo institucional. Como dijo el almirante Aznar a la prensa, "el país se había acostado monárquico y se ha levantado republicano".
Diez horas de Estat Català
Agapito Maestre
![](https://s.libertaddigital.com/fotos/noticias/suestatcatala.jpg)
Estamos ante una obra maestra del periodismo español del siglo XX. Es un reportaje político excelente, que capta todas las miserias, complejos y arrogancias del nacionalismo catalán basado en el odio a España; en realidad, en el odio de los nacionalistas a sus propios orígenes.
De paso, como el que no quiere la cosa, las patologías psicológicas de las elites nacionalistas aparecen reflejadas en la genial descripción de los hechos que lleva a cabo Enrique de Angulo. Este periodista, que cuenta lo que ve, oye y toca, a veces, con precisión de naturalista, está también muy bien informado sobre el proceso histórico, ideológico, político y social que conduce a Companys a declarar el Estado Catalán, pero a las pocas horas tiene que rendirse a una oficial del Ejército español con el grito: "¡Viva España!".
Obra tan descriptiva como ideológica, hoy, resulta imprescindible para comprender el proceso que llevó al nacionalismo catalán al desastre. Lo pedían todo, como ahora, siendo muy poco. Siguen sin tener conciencia de sus límites. Debería ser de lectura obligada para todos los nacionalistas, porque es una lección, casi un freno, para que sus demandas chantajistas no los lleven otra vez al desastre, incluido el ridículo de salir corriendo ante la legalidad democrática.
Una crónica grandiosa sobre las diez horas que duró la rebelión secesionista de Cataluña, el 6 de octubre de 1934. Publicada originalmente en el periódico El Debate, fue más tarde recogida en un libro por la editorial Fenollera de Valencia. Es ya un documento histórico de cómo sofocó el general Domingo Batet la rebelión de la Generalidad de Cataluña contra la República de España. La inteligencia y sagacidad mostradas por este general, leal a las autoridades de la República de España, son puestas en valor por el periodista. Batet, sin emplearse a fondo, sofocó a los facciosos en pocas horas, y con un número de bajas mínimos para lo que podía haber sucedido.
![Lluís Companys.](https://www.libertaddigital.com/fotos/noticias/sullluiscompanys.jpg)
El relato de Enrique de Angulo es preciso, especialmente cuando relata la cobardía de algunos de sus protagonistas. Los cabecillas de la rebelión, al ver que las cosas pintaban mal,
"nada dijeron a sus partidarios de lo que en realidad ocurría, sino que cautelosamente, sin despertar sospechas, Dencás, Menéndez, Pérez Salas, España, Guarner y algún otro, recogieron el dinero en abundancia que tenían preparado para el caso y desaparecieron por el pasadizo subterráneo que se habían hecho construir meses antes para comunicar con las alcantarillas (…) No es que los cabecillas separatistas abandonasen a los suyos en el fragor de la pelea. Es que huían de sus propios partidarios. En una noche pasaron de la categoría de ídolos a la de traidores infinitamente despreciados".
![](https://www.libertaddigital.com/fotos/noticias/sumaletin.jpg)
El nacionalista no quiere saber cómo se organiza lo público, sino que lo hagan los de su tribu. El nacionalismo sólo quiere que ejerzan el poder los jefes o los augures de un determinado grupo, en realidad, de una tribu, sin importarnos cómo lo hagan. Lleva razón Sevilla, el ministro de Administraciones Públicas, al decir que Montilla, un charnego, nunca podrá ser presidente de la Generalidad. La superstición de ser superior por haber nacido en un determinado lugar es absolutamente prioritaria a cualquier otra consideración racional.
La semejanza de los argumentos y del trasfondo entre lo ocurrido entonces y lo que sucede ahora es sorprendente. Es como si la historia no hubiera enseñado nada a las elites políticas nacionalistas, tampoco a sus colaboradores traidores a España en Madrid. ¡Cuántos malos imitadores de Azaña hay hoy en el Gobierno!
El nacionalismo, entonces como ahora, es en esencia una superstición de elites políticas, sin duda, pero no deberíamos olvidar que el pueblo, y eso lo deja también muy claro Enrique de Angulo, no es inocente en su colaboración con la clase política, empresarial y el clero catalán.
Unamuno sigue teniendo razón en su crítica al nacionalismo catalán: "Petulante vanidad de un pueblo que se cree oprimido".
Enrique de Angulo: Diez horas de Estat Català. Encuentro, 2005; 219 páginas. Edición original: Fenollera (Valencia), 1934.
sábado, 28 de enero de 2017
Lluis Companys provenía del republicanismo izquierdista y autonomista, identificado con la lucha de los rabassaires, y la defensa de los anarquistas de la CNT, como Salvador Seguí. Se sintió español, y así lo declaró en las reuniones republicanas durante décadas y en la Cortes. Companys se sumó indirectamente a una coalición de fuerzas catalanas, la ERC, unida ad hoc para tomar unas elecciones municipales, las del 12 de abril de 1931, como un plebiscito sobre la Monarquía.
El famoso 14 de abril Companys salió al balcón del Ayuntamiento de Barcelona a proclamar la República en España,
La inesperada victoria de Esquerra Republicana en Catalunya y el triunfo republicano en la mayoría de las capitales de provincia españolas en las elecciones municipales del domingo 12 de abril de 1931 llenaron el día siguiente de incertidumbre. Los comicios se habían planteado como un plebiscito a la monarquía de Alfonso XIII y los vencedores no tenían claro qué debían hacer. El hallazgo de las notas inéditas de Joan Alavedra, periodista y secretario de la presidencia de Francesc Macià i Lluís Companys, conservadas en el Arxiu Nacional de Catalunya, aporta nuevos datos para esclarecer qué aconteció en las horas que llevaron a la proclamación de la República en Barcelona . Según el catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat Pompeu Fabra Enric Ucelay-Da Cal, “el de Alavedra es un testimonio privilegiado porque tenía la confianza de los protagonistas y, como periodista, resulta ideológico, pero no interesado”. Por su parte, el profesor de historia contemporánea de la Universitat Rovira i Virgili Josep M. Roig i Rosich coincide en que “el relato es interesante por los matices y confirma que ERC improvisó el 14 de abril”.
Según Alavedra, la noche del lunes 13 la cúpula de ERC se reunió en la terraza del hotel Colón, hoy desaparecido, en el chaflán del paseo de Gràcia con la plaza Catalunya. Allí estaban, entre otros, Lluís Companys, Joan Lluhí Vallescà, Jaume Aiguader, Joan Casanovas, Ventura Gassol, Joan Casanelles, Pere Comes y Josep Dencàs. Macià llegó más tarde porque fue al cine con la familia. En el Colón se discutió la estrategia que seguir hasta altas horas de la madrugada. “En Madrid los políticos son partidarios de esperar a las elecciones legislativas, Macià es partidario de actuar”, anotó Alavedra.
El día 14 por la mañana, Companys, Nicolau Battestini, Josep Bertran de Quintana y Amadeu Aragay, entre otros, se reunieron en la librería Ariel. Esta, propiedad de Casanelles, estaba en la plaza Cucurulla, en el chaflán del Portal de l'Àngel con Portaferrissa. Durante la reunión, “Battestini va al Centro de Izquierdas para telefonear a casa del doctor Antoni Peyrí (donde se alojaba Macià, en la calle Provença con paseo de Gràcia), pero el teléfono del Centro no funciona. Entonces telefonea desde la farmacia Badosa”. Cuando recibió la llamada, el Avi estaba también reunido con su sector afín dentro de ERC. “Macià le dice que vuelva a Ariel y que vayan al Ayuntamiento, que el ya va para allá”. Alavedra no explicita en sus notas el propósito último de esa orden, ni por qué Macià no acabó reuniéndose con ellos.
Alrededor de la una de la tarde, “van al Ayuntamiento Bertran de Quintana, Aragay, Companys, Ricard Opisso i Battestini”. “Bajan por la calle del Bisbe hasta la plaza Sant Jaume y en la puerta del Ayuntamiento está (Emili) Puigdomènech (oficial de ceremonial), al sol, leyendo el periódico. Este los ve, va hacía ellos, y pregunta adónde van: ‘¡Vamos a proclamar la República!’. Entran y se encuentran con Ribé (jefe de ceremonial del Consistorio). Companys le dice que convoque a la Guardia Urbana que va a tener necesidad de ello. ‘A sus órdenes, señor alcalde’, responde Ribé. Companys añade: ‘Esto lo encuentro frío’, y Battestini dice: ‘Verás si lo calentamos’, y grita: ‘¡Viva Catalunya libre! ¡Abajo la monarquía! ¡Viva la República!’. Suben la escalera, entran en el despacho del alcalde, Antonio Martínez Domingo, y Aragay coge la vara y se la da a Companys, diciendo: ‘¡Toma, Lluís. Ya eres alcalde!”. Acto seguido mandan a buscar una bandera republicana en un centro republicano de la calle Lladó. Pasan cinco minutos de la una y media cuando la izan y Companys sale al balcón para proclamar, ante apenas algunos transeúntes, la República española. Según Josep Tarradellas le contó a Alavedra, Companys precipitó los hechos “porque tenía miedo de que Aragay se le anticipara y proclamara él la República”. Aragay procedía, como Companys, del republicanismo, y gracias a él había ingresado en la Unió de Rabassaires.
Pero, mientras tanto, ¿dónde estaba Macià? Según Alavedra recogió de Jaume Creus, industrial y amigo íntimo del Avi, este llevó en su coche a Macià desde Provença a su casa, en la calle Aldana. “Y cuando se preparaban para almorzar vino Peyrí y dijo que Companys había proclamado la República. Macià hizo un gesto de contrariedad”. Creus entonces llevó a Macià al despacho de un conocido en Via Laietana y él fue al Ayuntamiento a ver qué pasaba. “Estaba la bandera en el balcón y había muy poca gente”, explicó Creus, que volvió a por Macià. Después el Avi salió al balcón y proclamó el Estat Català (“que con toda cordialidad procuraremos integrar en la Federación de Repúblicas Ibéricas”). Eran las dos y cuarto de la tarde. A continuación cruzó la plaza Sant Jaume y se hizo cargo del palacio de la Diputación, hoy de la Generalitat, de manos de Joan Maluquer Viladot. El jefe de ceremonial del palacio, Antoni Rubí, previendo quién mandaría en el futuro, preguntó, refiriéndose a Macià: “¿Qué tabaco fuma el señor presidente?”.
Lluis Companys 15 octubre 1940
"¡Por Cataluña!", gritó Lluís Companys. A continuación, se hizo el silencio. Madrugada del 15 de octubre de 1940, el líder de Esquerra Republicana muere fusilado en el Fossar de Santa Eulàlia del castillo de Montjuïc "como responsable en concepto de autor por adhesión del expresado delito de rebelión militar". Así lo constatan en una sentencia fechada el 14 de octubre de 1940 los siete miembros del tribunal militar del régimen franquista que lo juzgan: Manuel González, Federico García Rivera, Fernando Giménez Sáenz, Rafael Latorre, Gonzalo Calvo, José Irigoyen y Adriano Velázquez.
75 años después, el actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha declarado esta mañana ante otro tribunal, el Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por cuatro delitos relacionados con la consulta soberanista del 9 de noviembre de 2014: desobediencia grave, prevaricación, malversación de dinero público y obstrucción a la Justicia o usurpación de funciones.
Antes de comparecer, Artur Mas, acompañado de la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, y de la presidenta del Parlament, Núria de Gispert, ha participado en la ofrenda floral que ha tenido lugar en el Fossar de Santa Eulàlia del Castillo de Montjuïc, donde se encuentra el monolito en honor al ex president. Poco después ha abandonado el lugar para dirigirse al Palacio de Justicia del TSJC, situado precisamente en el paseo Lluís Companys de Barcelona, al que ha llegado pasadas las 9.30 horas de la mañana.
Detenido en La Baule-les-Pins (Bretaña, Francia) el 13 de agosto de 1940 y entregado por la Gestapo a las fuerzas franquistas el 29 de agosto del mismo año, Lluís Companys defendió hasta el último de sus días su papel político y la función ejercida en Cataluña. Un proceso que se refleja en El defensor (Suma de Letras, 2015), donde el escritor Víctor Gay recrea a través de su abogado, Ramón de Colubí,-el otro gran protagonista de la novela y uno de los últimos hombres que vio con vida a Companys-, todos los momentos y vivencias del líder republicano durante el último año de su existencia.
Su exilio en Francia, el traslado de Madrid a Montjüic, la preparación de su defensa, las vivencias y torturas que sufre en prisión o las declaraciones que realiza ante la jurisdicción militar son algunos de los escenarios que aparecen en el libro. "La figura de Colubí ha pasado desapercibida porque no era bien visto ni por los nacionales, que lo veían como un militar que se había vuelto loco, ni por los republicanos, porque Colubí había sido un militar que había participado en el golpe contra Companys. La única manera que tenía de reconstruir su historia era hablar con su hija, María Llüisa de Colubí, la fuente más directa, que me contó numerosas anécdotas. Por ejemplo, que Companys le regaló a Colubí sus gemelos porque no tenía cómo pagarle o que la noche antes de morir, a Companys le trajeron una botella de coñac y una hora antes de ser fusilado estuvieron bebiendo y compartiendo confidencias".
El parentesco entre abogado y acusado
Es precisamente este familiar el que le hace conocer la estrecha relación entre ambos. Algo que le sirvió para demostrar que Colubí y Companys eran algo más que abogado y acusado. "Encontré un hecho que ha pasado desapercibido, que Companys y Colubí son parientes. Mis antepasados venían de Tárrega y eran de la familia de los terratenientes de allí como los Companys. Tenía la intuición de que quizá había algún parentesco y es eso lo que me animó a ir a la iglesia parroquial de Tárrega para buscar las partidas de nacimiento de los Colubí y de los Companys. Encontré estos documentos que prueban de una manera irrefutable este parentesco. Los bisabuelos eran hermanos, y los abuelos eran primos hermanos", detalla el autor, que llega hasta Colubí, primo lejano suyo, por varias imágenes que encuentra en casa de sus abuelos. "Vi que estaba lleno de fotos de un soldado y al cabo de unos días leí en La Vanguardia que un tal Colubí había sido el defensor de Companys en el juicio y claro, me llamó mucho la atención. Fue entonces cuando empecé a buscar información, a investigar y bueno, la historia se fue desvelando sola".
Entre los temas centrales del texto se encuentra la preparación y el desarrollo del juicio, en el que el abogado, a pesar de conocer la dificultad del caso, conservaba una mínima esperanza de ganarlo. "A Colubí le cuesta aceptar que dentro del régimen no se están siguiendo procesos de justicia sino que se institucionaliza la venganza. Le causó una impresión muy profunda ver como Companys, que era una persona religiosa y muy cristiana, pasa sus últimas horas rezando. Esta espiritualidad de Companys fue lo que más le impactó, según me contó la hija".
A pesar de conocer su condena, Lluís Companys perdonó a todos aquellos que le habían condenado y aceptó su destino con entereza y sin arrepentimiento, como deja escrito en su testamento horas antes de morir.
La lucha de la familia
Una muerte que sigue siendo condenada por la familia Companys. Entre los familiares vivos del político se encuentra su nieta, María Luisa Gally i Companys, que lleva años luchando por el reconocimiento de su abuelo. Es a ella a quien en el 2009, el entonces ministro de Justicia, Francisco Caamaño, le entrega en la Embajada de España en México un documento de reparación de la figura de su abuelo, algo que agradece pero que no le ha hecho desistir en la batalla. "A partir del documento de F.C. se toma la reparación como cumplida y esto no es así. No queremos que pase a la historia como un juzgado y condenado a muerte por la 'justicia franquista'. No lo merece", declara desde México María Luisa.
Aunque no lo conoció porque nació en México, para ella su abuelo va más allá del mito político, como muchos lo conciben. "Para la familia siempre ha sido un gran honor y una gran responsabilidad su figura, es una fuente de orgullo. El dolor de su muerte fue tan grande para mi madre que no podía hablar mucho de él, sin embargo sí nos contó algunas cosas más del padre que del político", confiesa, y no duda en señalar que portar ese apellido no pesa, aunque "lo que sí ocurre es que todos estamos obligados (me refiero a la familia directa) a tener una conducta coherente y catalanista".
María Luisa, que actualmente dirige el Instituto Luis Vives en México (construido por inmigrantes republicanos españoles), remarca la importancia del legado de Companys, cuya presencia sigue aún vigente en Cataluña, sobre todo hoy, en el 75 aniversario de su muerte. ¿Y cree que su abuelo hubiera apoyado la independencia? "No lo sé, las cosas han cambiado mucho, pero yo supongo que él la habría querido".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)